De castillos, horrores y bendiciones papales

Recordemos…
En 1994, Stuart Gordon (1947-2020) es seducido por Charles Band y su productora Full Moon. Le propone regresar a terrenos conocidos con una tercera adaptación de un texto de Lovecraft. Su título, Castle Freak.
Sí, recordemos…
Diez años antes, Gordon, entonces un actor y director teatral, decide incursionar en el cine con una adaptación, en tono paródico, de uno de los pocos textos del serio HP Lovecraft que pueden considerarse una novela (corta).
El resultado fue la celebrada Re-Animator.
Un año después, Gordon vuelve a adaptar a Lovecraft. Pero ahora se pone serio. El resultado es la maravillosa From Beyond. Diré que de sus adaptaciones lovecraftianas, esa es mi favorita. Pero para su carrera, ese fue el primer y quizá más grave traspié.
¿Por qué digo eso? Bueno, porque partir de esa película se dedicó a perpetrar títulos con corridas comerciales ridículas, o direct-to-video-movies.
Así pasaron años. Gordon regresó al teatro y solo volvió a ponerse detrás de las cámaras cuando algún productor lo llamaba con un proyecto ya armado. Él cumplía sacando adelante la película, recibía su paga y a lo que sigue.
Sí, caray, recordemos…
Su mayor éxito durante esa etapa fue un vehículo de lucimiento de Christopher Lambert, Fortress, de 1992. Película que inició siendo un proyecto para Arnold Schwarzenegger.
Me gustaría decir que el éxito Fortress sirvió para levantar la carrera de Gordon. Pero solo ayudó a que Lambert obtuviera mejores papeles y a que se le diera luz verde a un puñado de películas con temáticas similares. Entre ellas, No Escape de 1994.
Fue en ese momento que Charles Band le ofrece esa suerte de come-back gracias a Castle Freak. Y lo hizo con un cheque en blanco.
El guion, firmado por Dennis Paoli y revisado por Gordon, estaba inspirado en un relato de Lovecraft llamado The Outsider.
Lo que Paoli y Gordon hicieron fue transformar ese relato en primera persona que narra las consecuencias de un abuso extendido por años, en una más que notable película de horror gótico que, además, le rinde un sincero homenaje a varias películas de horror italianas de finales de los sesenta y principios de los setenta. Me refiero a títulos como Castle of Blood de 1963, Terror Creatures from the Grave de 1972, The Terror of Dr. Hitchcock de 1962, Nightmare Castle de 1963, The Bloody Pit of Horror de 1969 y hasta House at the Cemetary de 1981.
Recordemos…
Castle Freak inicia con un cliché.
Una viejita tiene un hijo deforme. Lo mantiene recluido en una de las mazmorras del castillo en el que viven.
El castillo es enorme, viejo, oscuro y está en Italia.
La viejita lo alimenta con carne cruda. Lo insulta, le teme pero a la vez lo veja lo suficiente como para que ese ente acabe teniéndole miedo a ella.
Así han pasado 40 años.
La viejita muere, dejando al ente a su suerte.
Bueno, no tanto. La viejita tenía muchos gatos y, lo sabemos, esos animales son muy curiosos.
El caso es que, para seguir con el cliché, resulta que la viejita le hereda el castillo a un pariente lejano, John Reilly, interpretado, but of course, por Jeffrey Combs.
Él es un norteamericano clasemediero que acaba de pasar por una crisis familiar y que, al enterarse de la herencia, se obsesiona con llevarse a su ya descarrilada familia a Italia en un desesperado intento por salvar su matrimonio.
El problema de John, una fuerte adicción al alcohol que derivó en violencia domestica, adicción al sexo y en un accidente automovilístico con consecuencias mortales.
Su esposa Susan, interpretada, en efecto, por Barbara Crampton, no está convencida con la mudanza. Aunque John ya se rehabilitó y ella siente que debe darle una segunda oportunidad, le está resultando muy difícil perdonarle su responsabilidad en el accidente automovilístico que dejó ciega a su hija Rebecca (Jessica Dollarhide) y en el que murió el menor de los Reilly.
La idea de John es llegar, ver la propiedad, firmar los papeles que se necesiten firmar, ponerla en venta, contratar a alguien para que se encargue de los asuntos legales, pagarle su comisión, y pasar unos días en algún lugar turístico de Italia como familia.
El problema es que las cosas no le salen de acuerdo al plan.
Todo porque los Reilly acabarán teniendo que quedarse en el castillo. John lo explora, descubre la cripta familiar y ahí encuentra unas fotos que lo aterran. Uno de esos parientes lejanos guarda un enorme parecido con su hijo muerto. Por eso, al caer la noche, John y Susan discuten acaloradamente sobre su situación. Dicha discusión despierta en John su gusto por la violencia, así que intenta golpear a Susan pero logra controlarse y mejor huye al pueblo. Se mete en un pub y rompe su veda personal de alcohol.
Mientras, en otro lado del castillo, Rebecca comienza a explorar inexplicablemente por los lugubres pasillos. Pronto sentirá que hay alguien más cerca. Bueno, no solo lo siente, también lo escucha.
En las mazmorras, histérico, el ente… Bueno, para entonces sabemos que su nombre es Giorgio (Jonathan Fuller), comprende que hay extraños en su castillo, así que se escapa para descubrir quiénes son.
Y John regresa al castillo, ebrio y con una prostituta. Intenta tener sexo con ella. Pero fracasa. Así que, destruido, la deja y es Giorgio el que la encuentra y, en una escena escabrosa, da cuenta de ella.
Entonces, comienzan a aparecer cuerpos.
Cuerpos mutilados.
Todo aquel no-familiar que visite el castillo acabará mordisqueado o desmembrado.
Pronto, la policía llamará a la puerta del castillo y acusarán a John no de los cadáveres, sí de las desapariciones. Mientras, Giorgio seguirá su asedio. Poco a poco va comprendiendo qué es lo que está pasando. Y se obsesiona con su prima, Rebecca.
Al entender que si hace que la policía se lleve a John, las dos mujeres quedarán a su disposición, Giorgio sigue con su masacre hasta que el mismo John, ahora sí fugitivo de la justicia, decide confrontarlo con tal de salvar a su familia.
Y por supuesto, para lograrlo deberá sacrificar lo único de valor que le queda. Su precaria vida.
El final de Castle Freak, fuera del acartonado escenario y del desparpajo de Combs, adquiere tonos trágicos inesperados. El duelo final es el de dos monstruos en lo alto de un decadente castillo que tantos horrores ha resguardado. Cada uno tomando un extremo de una cadena.
Gracias a la eficiencia de un Gordon en plena forma, aunque no con los mejores recursos técnicos, comprenderemos que todo este cuento giró en torno a una pregunta ¿A fin de cuentas, qué es un monstruo?
Y aunque cualquiera pueda adivinar el final o responder la pregunta que se formula, no importa. El chiste es verlo, verlo de nueva cuenta y sin que medie nada. En Castle Freak, las consecuencias del abuso dentro del entorno familiar son el mayor horror al que puede enfrentarse cualquiera. Eso es lo que hace al monstruo. Y salir indemne de ese abuso demandará su consabida libra de carne.
Gordon vaya que sabe cómo contarnos una historia ya conocida cientos de veces, logrando, sin empantanarse mucho con las truculencias o con los tiempos muertos quesque reglamentarios en pro-de-conocer-a-un-personaje, un producto que sale de la medianía que tanto huele y sabe a mediocridad.
Por cierto, a la mitad del rodaje, Charles Band le informó a Gordon que por asuntos financieros (Full Moon se fue a pique a la mitad de los noventa), Castle Freak acababa de quedarse sin la mitad de su presupuesto. Así que le cheque en blanco que le han ofrecido acababa de botar.
Esa es la razón por la que Castle Freak no se vio en salas de cine.
A Gordon no le importó. Él trabajó con el mismo empeño, sorteando cualquier problema técnico que le fuera apareciendo, como esas locaciones mal iluminadas, esa carencia de escenarios y de utilería, esa única cámara que, se nota, lo complicó todo a la hora de hacer varias tomas a la vez.
Gracias, digamos, a esa serie de infortunios que alargaron el proceso de edición por un año, Gordon tuvo que quedar fuera de esa otra adaptación a Lovecraft de Full Moon. Adaptación que, por cierto, apareció primero que su Castle Freak. The Lurking Fear, dirigida por C Courtney Joyner.
Luego de entregar Castle Freak, el buenazo de Gordon se nos vuelve a perder. O, bueno, regresa a dirigir varias películas tristemente célebres. Hasta que de señales de seguir vivo diez años después con Edmond, pero esa es otra historia.
Para finalizar, una anécdota. Y a ver si ustedes la creen.
Resulta que en uno de sus días de producción (parece que fue en el siguiente tras revelarse la noticia del corte del presupuesto), el equipo de Castle Freak se encontró con una extraña comitiva a las puertas del castillo en el que filmaban. Un castillo que era propiedad de Charles Band, por cierto. Y como buenas personas, salieron a ver qué querían.
Resultó que el Papa Juan Pablo II andaba en los alrededores, en peregrinación, y estaba pasando a bendecir a las casas y a las personas del lugar.
La comitiva venía solo a avisar.
Inmediatamente todos los de la producción fueron a contárselo a Gordon, a los actores y al resto del crew. Y para cuando pasó el Papa, todos estaban en fila esperando su bendición, incluyendo Fuller completamente caracterizado como Giorgio.
Según eso nadie de la comitiva, ni el mismísimo Papa, reparó en ello.
Supuestamente eso los alentó a librarse del bache y ponerse a trabajar. A fin de cuentas, esa era la primera (y seguramente única) película de horror que puede presumir una bendición papal…
La gente tenía que verla.
Atentamente, el Duende Callejero…
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