Artificios y cosas peores

Con Madres Paralelas (2021, España), Pedro Almodóvar (1949, Calzada de Calatrava) entrega una película en la que vuelve a explorar a la maternidad junto con otros elementos que nos resultarán conocidos: la vida alrededor de la escena teatral y los sacrificios que demanda dicha vida, el peso del azar en el destino de los protagonistas, la tenacidad que muestran los personajes femeninos que, aún con lágrimas secándose en sus mejillas, no se amilanan ante ningún embate de la vida y, bueno, también está la irrelevancia que tienen los hombres en la vida de las mujeres.
Y el hecho de que en la mayoría de las ocasiones, según Almodóvar, los hombres somos solo unas piedras en los zapatos de las mujeres.
Si hay algo novedoso en esta ocasión es que estamos ante la película en la que Almodóvar plantea, al menos de pasada, un juicio sobre la Guerra Civil española.
Dicho juicio incluye algunas menciones sobre el daño que hizo/hace el falangismo en la sociedad española, y sobre los sinsabores que ha dejado la política relacionada con la Memoria Histórica en ese largo y sinuoso camino en pos de aceptar el pasado y velar por el futuro.
Janis (Penelope Cruz) y Ana (Milena Smit) son dos mujeres que se conocen debido a que ambas están embarazadas y comparten una habitación en el hospital. Las dos tendrán niñas y al parecer nacerán el mismo día. Janis, que trabaja como fotógrafa, quedó embarazada debido a una aventura que tuvo con un investigador forense (Israel Elejalde) que conoció en una sesión de fotografía y al que consultó por el asunto de una fosa que se supone que está cerca del pueblo en el que nació.
En esa fosa estarían su bisabuelo y otros hombres, víctimas del falangismo, y cuyos familiares llevan años intentando recuperar los restos para enterrarlos dónde y cómo se debe.
Por su parte, Ana viene de un matrimonio fracturado. El padre se quedó en Granada y la madre, Teresa (Aitana Sánchez-Gijón), abandonó a ambos para perseguir su sueño de convertirse en actriz. Ella fue la que tramitó el divorcio y poco le importó las etiquetas que le colgaron en su momento. Ana quedó embarazada debido a una violación colectiva y su padre, para evitar el escándalo, decidió mandarla a vivir con su huidiza madre que reside en Madrid. Así que ahí está Ana, viviendo o mejor dicho conviviendocon Teresa, una mujer que jamás se ha ocupado de su hija y que por fin a sus cuarenta y tantos años está despuntando en la escena teatral. Que se define como apolítica pues dice que su trabajo consiste en quedar bien con todos.
Almodóvar bien podría haberse conformado con el melodrama de esas tres madres cuyas historias han sido marcadas por el destino: Janis, una hija que creció sin sus padres y con un legado histórico a cuestas. Ana, otra hija que creció sin su madre pero que no guarda rencores, solo acumula decepciones. Y Teresa, una madre que por decisión propia creció sin su hija y que ha decidido no estar a la altura de las circunstancias porque primero está su carrera y después el resto del mundo. Sin embargo, decidió salpimentar la película con una serie de giros que incluyen referencias a escándalos de la vida pública española, como La Manada o el advenimiento de los grupos de extrema derecha que están despuntando en la política española. Giros que, por cierto, funcionan solo como McGuffins.
Es más, ni secunda su idea de que aquel que se defina como apolítico es de derechas, y toda referencia a la fosa y a la Guerra Civil acaba sirviendo solo para hacer una crítica, y bastante sosa, sobre el desapego que tiene la juventud española con respecto a su pasado mediato.
En sí, caray, Madres Paralelas resulta una cinta cuya única valía reside en ver cómo Penelope Cruz carga sobre sus hombros una trama tan artificiosa y vacua, y también en ver qué revelación resulta Milena Smit. Aunque eso ya se veía desde No Matarás.
Atentamente, el Duende Callejero…
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