Un Ballet de Impacto

Hace algunos años, el que una película tuviera un plano secuencia era algo que se destacaba en reseñas o comentarios, incluso en sus promocionales.
El hecho de seguir a uno o más personajes pasando de un lugar a otro y realizando una o más acciones ininterrumpidas, fuera mediante un truco o desarrollando un complejo ballet en el que actores y técnicos demostraban de qué estaban hechos, servía para hacer que el pulso del espectador se acelerara, que las palmas se humedecieran, las bocas se abrieran. En fin, un momento memorable. Incluso me tocó leer un par de textos en los que los autores se propusieron desentrañar si el hecho de recurrir a ese plano secuencia consistía en un mero artificio o si verdaderamente había ahí algo valioso para la trama de la cinta en cuestión.
Pero, con el tiempo, el empleo de los planos secuencia comenzó a pasar desapercibido.
Me ha tocado comprobar que en ciertas películas los espectadores ni se enteraron que se empleó uno. Y resulta que hasta en algunas series, en específico en esas amparadas tanto por una franquicia como por un estudio de esos que se consideran omnipotentes, parece que tienen la obligación de que uno de sus episodios o termine o esté construido alrededor de un plano secuencia.
Valga todo lo anterior para decir que en su segundo largometraje como director, Boiling Point (2021, Gran Bretaña), el también actor Philip Barantini (1980, Liverpool) recurrió al plano secuencia para meternos en la piel de Andy Jones (Stephen Graham), un chef que en vísperas de Navidad intentará no complicar aún más su vida mientras sortea cada uno de los obstáculos que tanto su carácter como su propia profesión le ponen enfrente.
La película, que se trata de una sola toma ininterrumpida, inicia con Jones intentando congeniar por teléfono con su ex mujer. Y nos basta ese momento, escuchar ese diálogo, ver esos gestos, paladear ese tono de voz, para tener una fotografía de cuerpo entero del hombre: el caos es su marca de nacimiento.
Jones podrá ser un genio y tener un genio, sí, pero lo que define su vida es el no terminar lo que a cualquier persona definiría como lo simple o lo obvio ¿Tienes un hijo? Entonces debes hacer malabares para tener tiempo para atenderlo ¿Tienes un negocio? Entonces debes cumplir ciertos requisitos mínimos para mantenerlo ¿Tienes una jornada que ya sabes que será extenuante frente a ti? Entonces no compliques más las cosas.
¿Sabes que no cuentas con un equipo que pueda respaldarte? Por qué no has realizado esos cambios que sabes que son necesarios.
Boiling Point, escrita por James Cummings y el propio Barantini, que resulta que además de actor también trabajó en la cocina de un restaurante en sus juventudes, es una experiencia tanto terrorífica y soberbia que responde sin problema ese cuestionamiento eterno sobre el empleo del plano secuencia ¿Tiene sentido? ¿Es necesario? ¿Aporta algo a la trama o solo se trata de un manido truco para apantallar a más de un espectador?
De mi parte, la respuesta a todas esas preguntas sería: aunque la película originalmente tiene el título de Punto de Ebullición, y acá la acabamos conociendo como El Chef aunque en otros lugares la conocieron como Hierve, bien podría titularse, y sin problema: Un Ballet de Impacto.
Porque eso es lo que es: una coreografía diseñada para noquearte y tirarte al piso boqueando saliva y sangre, pero que por alguna razón solo quieres levantarte para volver a sentir otro de sus bien calculados impactos, una y otra y otra vez más.
Atentamente, el Duende Callejero…
Una versión de este texto apareció en la Pista de Despegue del día 3 de septiembre…
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