Sangre, Semen, Cruces, Hojas: La Raíz Del Mal

Arte del número 0 de Crossed
Arte del número 0 de Crossed

Nota inicial: este escrito es del 2011. Lo rescato debido a que ayer por la noche vi la película Ku bei (2021, Taiwan) y me recordó mucho a este cómic. Ya escribiré sobre la película.

De un tiempo a la fecha (recuerdo, el escrito es del 2011), los cómics americanos para el mercado adulto que tanta coba le habían dado a explorar rutilantemente las fábulas procedentes del white thrash, junto a las truculentas reinvocaciones vampíricas, más las bizarras invasiones extraterrestres y una que otra parábola neo noir, han enrarecido aun más sus temáticas maquilando series que se desarrollan en un fin del mundo a manos de una plaga zombi o similares; secundando, curiosamente, ese lento pero seguro decaimiento de la temática en las marquesinas y los estantes de renta/venta mundiales.

Indudablemente esto no tiene que ver con el éxito de la serie The Walking Dead de Robert Kirkman y Tony Moore (y bueno, también de Charlie Adlard), que ha sido publicada ininterrumpidamente desde octubre del 2003 por IMAGE Comics, y cuya adaptación televisiva realizada por Frank Darabont hizo que al parecer muchos olvidarán de qué tratan los relatos zombis de 1968 a la fecha (mas divertidos que la misma serie, de la que apenas he visto tres episodios y medio por motivo de mi mala costumbre de jamás poder seguir los estrictos horarios televisivos, pero que espero ya revisaré, y de un tirón, en su respectivo DVD; resulta el leer esa horda de comentarios en las redes sociales tras cada emisión del capítulo en turno, en los que varios espectadores claman ser los descubridores del mas negro de los hilos sobre la relevancia social y política planteada tras el espeso maquillaje de ese mundo devastado por esos muertos andariegos).

Vamos, en todo caso ese alabado brinco se debió al éxito en conjunto que han tenido series como: iZombie de Vertigo, Zombies VS Robots de IDW Publishing (y que próximamente, dicen, será una película por cortesía de Michael Bay y su productora, así que vayan alistando sus mantas y sus frases ingeniosas para darle color y sabor a las concernientes protestas), Zombie Tales de BOOM Studios y Z.M.D. de Red 5 Comics.

Cada una de esas series retoman el canon del muerto viviente involuntariamente propuesto por gran papá Romero, y mas que arriesgarse a subvertirlo, mejor se dedican a palomearlo y sin siquiera turbarse: plaga zombi iniciada por un agente desconocido del que no hay que preocuparse por su explicación: revisada. Sobrevivientes puestos al límite en el que harán todo lo que esté a su alcance, incluyendo contravenir sus creencias o ideales que en un principio expusieron: revisado

Y así, síganle que bien que se lo saben.

De todas esas series en las que los muertos se levantan, te buscan, te encuentran (regularmente por idiota), te muerden y te hacen sus compadres, con la que me quedo es con la virulenta: Crossed, abortada (que cosas como esas no se paren), por el siempre genial Garth Ennis (Holywood, Irlanda del Norte, 1970), y por su ex-compañero en Chronicles of Wormwood, Jacen Burrows (San Diego, 1972).

La serie en cuestión, que ya va en su tercera parte o continuación, pero sin el ya mencionado dueto creador, apareció por vez primera en un prólogo (o capítulo 0), en agosto del 2008 vía Avatar Press.

En ese prólogo (o, repito, capítulo 0), un grupo de personas, extraños todos, cada uno protagonista de una historia que los ha llevado hasta ese lugar de encuentro que es una cafetería de paso en un pueblo a todas luces también de paso, queda inmersa en una desbocada (¿y francamente necesaria?) carrera de supervivencia cuando una enfermedad que se manifiesta con una mancha en forma de cruz roja que aparece en el rostro de los infectados, hace su aparición.

Con el espíritu mas romereano a flor de piel (aquí ya no hablamos de Night of the Living Dead, de 1968, sino de la recientemente remakeada The Crazies de 1973, solo que sin la fuerza armada con orden de disparar a todo el que se mueva, y también sin Trixie, esa arma biológica que se sale de control en ese por demás rupestre pueblo norteamericano), Crossed aspira su propio lugar en nuestro panteón de pesadillas sin necesidad de apelar al clásico cuento por todos conocidos.

La tal enfermedad se transmite no tanto por una mordida, sino por el intercambio de fluidos de toda clase, y fuera de convertirlos en unos alelados muertos vivientes a los que se les puede engañar untándose sangre o caminando rápido y en zig zag, los vuelve, y en segundos, en unos rabiosos psicópatas hijos de puta que para nada han perdido su raciocinio (más o menos como M. Night Shyamalan envisionó a los monstruos que pueblan su malograda The Happening).

Los tales cruzados, que es como comienzan a llamar los sanos a los infectados, no vienen con la idea de matar simplemente para satisfacer una cruel y despiadada hambre: igual violan que descuartizan o de plano hacen patente la propia naturaleza autodestructiva que cada uno de nosotros llevamos dentro, arriesgando su propia vida con tal de hacer daño, simplemente porque la enfermedad esa les alborota los sentidos, mermando las defensas ideológicas que la sociedad les ha impuesto, dejándolos tal y como seríamos todos en caso de dejarnos llevar por lo que sentimos de vez en vez. Porque somos el peor que los animales. Unas jodidas máquinas de maldad.

Y es aquí donde vienen los aplausos que de mi parte, no lanzo para la harto conservadora saga de Kirkman y Moore (sí, sí, y también de Adlard): como sucedería en aquella empolvada y algo olvidada cinta The Hill Have Eyes de Wes Craven, de 1977, o en menor medida en su hermana urbana Incubo sulla cittá contaminata de Umberto Lenzi, de 1980, Ennis y Burrows se arriesgan a mostrar los dos lados de la moneda contando la historia tanto de los sanos-sobrevivientes y su lucha por sobrevivir, como también la de la comunidad de los infectados, los cruzados, y su atrabancada cota de caza que, a fin de cuentas, también es una lucha por sobrevivir de su parte.

En una entrevista para COMICM!X, Ennis describe que llegó a la idea tras Crossed gracias a una pesadilla:

I had a dream that I thought was going to be about zombies attacking a house full of victims, but it turned out they weren’t zombies at all. They were simply people, grinning with psychotic glee at the thought of what they were going to do to the occupants of the house — which wasn’t going to be anything nice. Then I woke up.

De decidirse por revisar algo de la horda de títulos (aquí apenas lancé unos, hay mas), correspondiente a esta temática, habrá que tomar en cuenta a Crossed, que en el 2010 tuvo una secuela o mejor dicho, una continuación llamada Family Values, que sumó a su decadente planeamiento el contexto de las sectas religiosas y su mundillo.

Crossed: Family Values corrió a cargo de David Lapham, con ilustraciones de Javier Barreno. Ennis argumentó que su historia en ese universo había acabado, que lo mejor para él sería pasar a otra cosa y que como William Christersen, editor de Avatar Press le comentó que tenía la idea de seguir explotando el título, decidió bendecir (¿o sería escupir?) a Lapham y Barreno, entregándole la estafeta.

El resultado fue una historia no tan sólida como aquella primera entrega, pero que no decayó en lo absoluto.

Este 2011 inicia con una tercera parte llamada Psychopath, también escrita por Lapham, solo que ahora dibujada por Raulo Caceres, además las noticias sobre su concerniente adaptación cinematográfica y con guion a cargo del propio Ennis.

De realizarse, la película de Crossed retomaría el modelo de producción a la Kick-Ass (esto es: conseguir el financiamiento para la película, hacerla sin ninguna injerencia y al final buscar un estudio importante para que la distribuya como mejor de plazca. Sea en cines o de forma casera). La producción correría a cargo de Ken F. Levin, mismo que ya se logró un acuerdo con Trigger Street Productions de Michael De Luca, Jason Netter y Kevin Spacey (en efecto, la productora tras The Social Network de David Fincher).

Así que, con la enésima caída en desgracia de la miniserie sobre Preacher, la posible cancelación de World War Z por parte de Paramount, la noticia del coma en el que entró la producción de At The Mountains of Madness de Guillermo del Toro y con la única buena nueva de una nueva temporada para la serie The Walking Dead, esta tercera parte o continuación de Crossed en cómics tras la también recomendable Family Values, como su posible adaptación libre en el cine, es un buen motivo para, como ya dijo Mark Graser: cruzar nuestros dedos.

Atentamente, el Duende Callejero

Nota final: pensé en actualizar el texto. Pero opté por dejarlo tal y como fue presentado en el 2011. Pero anexo esta nota para hacer notar que, y va en completo desorden, The Walking Dead está en su última temporada pero con dos series de compañía, Fear of the Walking Dead y The Walking Dead The World Beyond. Preacher sí tuvo su adaptación televisiva, de cuatro temporadas. iZombie también tuvo su adaptación televisiva, de cinco temporadas. La adaptación de Zombies VS Robots está en el limbo y, bueno, a Garth Ennis no le han adaptado Crossed, pero sí The Boys y, en parte, The Punisher de Marvel y Netflix. Unas por otras, como dicen. Ah, y Kevin Spacey desapareció del horizonte.

Mujer al Borde de un Ataque de Nervios

Tilda Swinton, en una escena de The Human Voice de Pedro Almodóvar

A ver, comencemos con lo obvio.

Pedro Almodóvar (1949, Calzada de Calatrava) ya se había batido en duelo con el monólogo de Jean CocteauLa Voix Humaine. Primero, lo usó como referencia de un personaje en la película La Ley del Deseo de 1987 y, segundo, es la base de la película que lo convirtió en un referente internacionalMujeres al Borde de un Ataque de Nervios de 1988. Solo que en esa segunda ocasión le bastó tomar prestada la premisa de la pieza teatral, que va de una actriz que tiene una crisis emocional luego de que se entera, mediante una serie de llamadas telefónicas, que el que fuera su amante de varios años ha decidido seguir su vida sin ella y sin que medie alguna explicación; así que acompañamos a la mujer mientras habla por teléfono con el hombre en el departamento que compartieron.

En Mujeres al Borde de un Ataque de NerviosAlmodóvar intercala la historia de la actriz con otros personajes, cada uno con sus respectivas crisisprovocadas por relaciones también fallidas o de plano peligrosas (por ahí hay una que tiene de amante a un hombre que en ese momento es buscado por terrorismo). Y claro, todas ellas acaban colisionando en un espectáculo colorido y bastante agridulce.

Carmen Maura en una escena de Mujeres al Borde de un Ataque de Nervios (1988, España) de Pedro Almodóvar

La marca de la casa Almodóvar.

Lo cierto es La Voix Humaine es un texto que el manchego simplemente no puede dejar atrás. Como muestra, la versión del 2020 que presentó en el Festival de Venecia y que desde el viernes pasado está disponible en la plataforma MUBIThe Human Voice (2020, España), su primera película en inglés, protagonizada por Tilda Swinton.

En esta versión, de compactos 30 minutos, Almodóvar los copa con referencias a obras que admira (ahí están los DVDs y Blu-rays que la anónima protagonista organiza, junto con el título de los libros que aparecen aquí y allá en el departamento), junto con esas autorreferencias a su obra, que van desde el título de una de sus películas lanzado en una línea (obviamente La Ley del Deseo) hasta el mismo departamento, tan similar al de la película de 1988.

La historia sigue siendo la de una actriz ya entrada en años que espera a su amante en el departamento que compartieron junto a su perro y sus maletas. Esa actriz es Tilda Swinton. Sin embargo, el juego al que nos invita Almodóvar a jugar es lo que genera interés. Porque desde sus primeras momentos nos deja claro que estamos ante una puesta en escena: el departamento es un set, la actriz es una actriz que interpreta a una actriz, todo en el lugar es falso.

Y no debe extrañarnos ese acartonamiento, puesto que Almodóvar produjo esta película justo en medio de la pandemia y por ello, parte de esta nueva versión incorpora esa sensación de aislamiento, desconciertoy desespero que seguramente más de uno sintió durante aquellos primeros meses de encierro. Esos momentos en los que el único contacto humano era o una voz salida de algunos audífonos o del teléfono. Así que, mientras Swinton se pasea tanto dentro como fuera de ese set hablando con alguien que solo ella conoce mediante un set de audífonos inalámbricos, listando todo lo que está a punto de perderse, sobre lo mucho que duele y enoja esa distancia y ese destino; uno simplemente no puede dejar de preguntarse si está hablando verdaderamente de una relación amorosa o de todo aquello que comenzamos a perder desde finales del 2019.

Y que desde entonces, como ella, simplemente estamos aprendiendo a dejar atrás.

Atentamente, el Duende Callejero

Terapia Pública

Scarlett Johansson y Adam Driver en una escena de Marriage Story (2019) de Noah Baumbach
Scarlett Johansson y Adam Driver en una escena de Marriage Story (2019) de Noah Baumbach

Fue Tim Burton el que, durante una entrevista, lanzó la siguiente frase:

Hacer películas es mi terapia. Una bastante cara

Busqué el contexto por mera curiosidad, pero no lo encontré.

Lo que sí encontré fueron versiones de la misma, dichas por otros artistas y hasta por el mismo Burton. Recuerdo que en su momento leí esa frase y creo que hasta la escuché gracias a una entrevista, acompañada, claro, por risas y palmadas. Solo quería estar seguro de que Burton la había soltado mientras promocionaba Dark Shadows, película que estrenó en el 2012.

¿La razón?

Siempre he pensado que esa cinta es una suerte de exorcismo tras la agria ruptura que tuvo con su novia de años, la actriz y modelo Lisa Marie.

Que Dark Shadows es una terapia pública, pues.

Me resulta interesante cómo algunos realizadores pasan de la mera etiqueta de autobiográfico, para mejor dejarnos la libertad de estamparles la etiqueta de terapia pública a alguna de sus obras. Mientras otros, incluso cuando dejan abierta la posibilidad de que a tal o cual obra podría entenderse como eso, logran trascender cualquier posibilidad de etiqueta y nos legan mejor un ensayo sobre el único tema que jamás se agota: las relaciones.

Y uno de esos realizadores que han logrado eso último es Noah Baumbach (1969, Brooklyn).

Ya desde su cinta The Squid and the Whale (2005), su cuarto largometraje, Baumbach comenzó a especializarse en relatar separaciones. Por eso, con Marriage Story (2019, Estados Unidos y Reino Unido), puedo decir que estamos ante su película summa. Por ende, tanto lo biográfico como lo referencial estará, como dicen, a flor de piel.

Marriage Story es una cinta que recordará a muchas otras, cierto.

Recordará, por ejemplo, a Blue Valentine (2010), Revolutionary Road (2008), Husbands and Wives (1992), Enemies: A Love Story (1989), Kramer vs Kramer (1979), y claro, Ansikte mot Ansikte (1976) y, claro, Scener ur ett Äktenskap (1974).

El lugar común entre todas esas películas es que nos cuentan una historia no sobre cómo una pareja se enamora (que sí, eso forma parte de la trama, pero no es que importa), sino sobre cómo dos personas pareja que en algún momento de su vida sintieron algo que les bastó para iniciar una vida en conjunto, deciden, y por diversas razones, separarse.

En este caso, estamos ante el divorcio del director teatral neoyorkino Charlie (Adam Driver), y de su esposa y actriz, Nicole (Scarlet Johansson).

Luego de su matrimonio, él siguió con lo suyo: carrera, mundo; mientras que ella abandonó parte de su éxito para vivir a su sombra ¿Y qué sucedió? Que hay cosas que una pareja puede soportar, perdonar, mientras que hay otras con las que simplemente no se puede vivir.

Esa es la película que nos entrega Baumbach. Nos toca a nosotros experimentarla como mejor queramos.

Lo que sí diré es que otra cosa que me recuerda esta película, es lo que escribió Manuel Vilas en su novela Ordesa:

Entonces supe que la muerte de una relación es en realidad la muerte de un lenguaje secreto

Verdad pura y dura. A ver cómo le sale su versión de White Noise de Don DeLillo.

Atentamente, el Duende Callejero

Artificios y cosas peores

Penélope Cruz y Milena Smit en una escena de Madres Paralelas de Pedro Almodóvar
Penélope Cruz y Milena Smit en una escena de Madres Paralelas de Pedro Almodóvar

Con Madres Paralelas (2021, España), Pedro Almodóvar (1949, Calzada de Calatrava) entrega una película en la que vuelve a explorar a la maternidad junto con otros elementos que nos resultarán conocidos: la vida alrededor de la escena teatral y los sacrificios que demanda dicha vida, el peso del azar en el destino de los protagonistas, la tenacidad que muestran los personajes femeninos que, aún con lágrimas secándose en sus mejillas, no se amilanan ante ningún embate de la vida y, bueno, también está la irrelevancia que tienen los hombres en la vida de las mujeres.

Y el hecho de que en la mayoría de las ocasiones, según Almodóvar, los hombres somos solo unas piedras en los zapatos de las mujeres.

Si hay algo novedoso en esta ocasión es que estamos ante la película en la que Almodóvar plantea, al menos de pasada, un juicio sobre la Guerra Civil española.

Dicho juicio incluye algunas menciones sobre el daño que hizo/hace el falangismo en la sociedad española, y sobre los sinsabores que ha dejado la política relacionada con la Memoria Histórica en ese largo y sinuoso camino en pos de aceptar el pasado y velar por el futuro.

Janis (Penelope Cruz) y Ana (Milena Smit) son dos mujeres que se conocen debido a que ambas están embarazadas y comparten una habitación en el hospital. Las dos tendrán niñas y al parecer nacerán el mismo día. Janis, que trabaja como fotógrafa, quedó embarazada debido a una aventura que tuvo con un investigador forense (Israel Elejalde) que conoció en una sesión de fotografía y al que consultó por el asunto de una fosa que se supone que está cerca del pueblo en el que nació.

En esa fosa estarían su bisabuelo y otros hombres, víctimas del falangismo, y cuyos familiares llevan años intentando recuperar los restos para enterrarlos dónde y cómo se debe.

Por su parte, Ana viene de un matrimonio fracturado. El padre se quedó en Granada y la madre, Teresa (Aitana Sánchez-Gijón), abandonó a ambos para perseguir su sueño de convertirse en actriz. Ella fue la que tramitó el divorcio y poco le importó las etiquetas que le colgaron en su momento. Ana quedó embarazada debido a una violación colectiva y su padre, para evitar el escándalo, decidió mandarla a vivir con su huidiza madre que reside en Madrid. Así que ahí está Ana, viviendo o mejor dicho conviviendocon Teresa, una mujer que jamás se ha ocupado de su hija y que por fin a sus cuarenta y tantos años está despuntando en la escena teatral. Que se define como apolítica pues dice que su trabajo consiste en quedar bien con todos.

Almodóvar bien podría haberse conformado con el melodrama de esas tres madres cuyas historias han sido marcadas por el destino: Janis, una hija que creció sin sus padres y con un legado histórico a cuestas. Ana, otra hija que creció sin su madre pero que no guarda rencores, solo acumula decepciones. Y Teresa, una madre que por decisión propia creció sin su hija y que ha decidido no estar a la altura de las circunstancias porque primero está su carrera y después el resto del mundo. Sin embargo, decidió salpimentar la película con una serie de giros que incluyen referencias a escándalos de la vida pública española, como La Manada o el advenimiento de los grupos de extrema derecha que están despuntando en la política española. Giros que, por cierto, funcionan solo como McGuffins.

Es más, ni secunda su idea de que aquel que se defina como apolítico es de derechas, y toda referencia a la fosa y a la Guerra Civil acaba sirviendo solo para hacer una crítica, y bastante sosa, sobre el desapego que tiene la juventud española con respecto a su pasado mediato.

En sí, caray, Madres Paralelas resulta una cinta cuya única valía reside en ver cómo Penelope Cruz carga sobre sus hombros una trama tan artificiosa y vacua, y también en ver qué revelación resulta Milena Smit. Aunque eso ya se veía desde No Matarás.

Atentamente, el Duende Callejero

Trascender

Ethan Hawke en un momento de First Reformed, de Paul Schrader
Ethan Hawke en un momento de First Reformed, de Paul Schrader

A propósito del estreno de The Card Counter, la nueva cinta escrita y dirigida por el alguna vez crítico cinematográfico Paul Schrader (1946, Michigan), vale recordar First Reformed (2017, Estados Unidos, Reino Unido y Australia), impresionante película que, entiendo, acá no nos tocó ver en salas comerciales, que se fue directamente a digital y que conocimos con el horrible título de El Reverendo.

Schrader citó a Ida, de Pawel Pawlikowski, como su inspiración a la hora de escribir el guion de First Reformed. Sin embargo, su cinta sobre un reverendo que siente que ha perdido la fe no solo en Dios sino también en la humanidad, bien podría ser una secuela de Taxi Driver que, recordemos, él escribió y Martin Scorsese dirigió, pero con un pequeño revés: aquí Travis Bickle viste sotanas.

Ethan Hawke interpreta a Ernst Toller, pastor protestante que, hace seis meses, convencido de que seguía los valores familiares con los que creció centrados en una idea extrema de patriotismo y honor, convenció a su propio hijo de alistarse en el ejercito. Su esposa siempre estuvo en contra de esa idea. Ahora, abandonado por su mujer y con su hijo muerto en la guerra de Irak, Toller bebe diariamente, ha dejado de creer en la patria y en el honor y cuestiona su fe. Además, reniega del destino de los hombres, se deja consumir por una enfermedad que desconoce y cuyos dolores se incrementan a diario y escribe un diario en el que deja a un lado la honestidad para dedicarse mejor a lacerarse metafóricamente.

Toller es el encargado de un templo de 250 años en Nueva York, que alguna vez estuvo lleno de acólitos y cuyo interés histórico lo mantenía en la lista de lugares por conocer. Pero ahora apenas y hay gente en sus sermones. La razón fue porque él decidió que su templo ya no sería un centro de atracción turístico. Otro cercano se ha llevado tanto a sus feligreses como a los turistas debido en parte a su papel en el Tren Subterráneo, que a mediados del siglo XIX usaron varios esclavos afroamericanos para escapar de sus amos, y a su carismático reverendo (interpretado por Cedric Antonio Kyles).

Y Toller día a día se va alejando de su fe protestante para mejor buscar respuestas a sus dudas tanto en textos católicos o inclusive místicos. Y en esas está cuando conoce a Mary (Amanda Seyfried), una feligresa que le pide que vaya a hablar con su esposo Michael (Philip Ettinger), un amargado ambientalista recién salido de la cárcel que le ha pedido a Mary que aborte al hijo que esperan debido a que no quiere traer una nueva vida en un mundo que está condenado a morir por su propia causa.

Hace años, Schrader escribió el libro Trascendental Style in Film. En dicho texto analizó el estilo empleado por tres directores: Robert Bresson, Carl Dreyer y Yasujirō Ozu. Su tesis es que estos tres directores aportaron una estética que buscaba capturar no las acciones de los personajes, como sucede con el resto de cineastas, sino su espíritu.

Y eso lo lograron mediante una puesta en escena mínima: pocos emplazamientos de cámara, diálogos austeros, una edición funcional. Así tuvimos películas que parecen desarrollarse en los llamados tiempos muertos: esos momentos en los que los personajes se entregan a acciones que usualmente se dejan fuera de una historia.

Y es en tales tiempos muertos, tan alejados de lo operático de todo, en los que nos enfrentamos a la autoreflexión tanto de los personajes como de nosotros mismos.

Sí, First Reformed es una muestra de esa tesis: cine como una experiencia espiritual más que una narrativa. Y de paso fue una de las grandes cintas que se vimos en aquel 2018.

Ahora, a ver qué nos depara The Card Counter.

Atentamente, el Duende Callejero