Seguro que algún curso de negocios relacionados con la industria cinematográfica está o estará centrado en el caso Warner Bros Pictures y el llamado Universo Extendido de DC (o UEDC).
Lo digo después de ver lo sucedido con The Flash (2023, Estados Unidos–Canadá–Australia y Nueva Zelanda), película dirigida por Andy Muschietti y escrita por Christina Hodson, John Francis Daley y Jonathan Goldstein, que respaldaron con una agresiva promoción que solo sirvió para hacer más evidente lo poco que le importa al público lo que diga o haga este estudio. Sus malos cálculos, sus mediocres películas bajo la bandera de Zack Snyder y sus versiones alternas, según eso para un público adulto, han dejado claro que el daño ya está hecho.
Pero, recordemos, el tal universo iba a iniciar en el 2002.
Entonces, el estudio informó que el laureado director alemán Wolfgang Petersen había iniciado la preproducción de la película Batman vs Superman, que se estrenaría en el verano del 2003.
El guion era de Andrew Kevin Walker, con una revisión exhaustiva a cargo de Akiva Goldsman. Entre los actores que habían sido convocados por el director y el equipo, estaban: Jude Law como Superman y Colin Farrell como Batman.
La idea tras el guion, contó Goldsman muchos años después, era que la película no plantearía el origen de los personajes. Cada uno llevaría años en activo, porque estarían ya en sus tardíos treinta, entrando en los cuarenta.
Goldsman señaló que la película iniciaría con el funeral de Alfred Pennyworth.
También que la razón por la que Batman y Superman acabarían enfrentándose sería la muerte de la esposa de Bruce Wayne (¿Farrell?), debido a las maquinaciones del Joker (¿Johnny Depp?).
Maquinaciones en las que también tendría algo que ver Lex Luthor (¿James Franco?).
Los villanos harían creer a Wayne/Batman que el responsable de la muerte de su esposa sería de Clark/Superman, que estaría en medio de su propia crisis existencial, con un divorcio en puerta y puede que con problemas con el alcohol.
Goldsman también especuló que al final de esa película, Superman moriría.
Y que, de tener éxito en taquilla, la idea sería iniciar una serie de cintas interconectadas por Batman, que busca, para suplir la falta de Superman en el mundo, convocar a otros superhumanos para crear la Liga de la Justicia.
Así veríamos películas de Linterna Verde, de Flash, de Mujer Maravilla y etcétera. Cada una terminaría con una escena en la que Batman los contactará para formar el equipo.
Así, todo esta serie acabaría con una película-evento que no solo traería de vuelta a Superman. También los haría enfrentarse a una amenaza intergaláctica: Darkseid y sus huestes.
¿Les suena familiar?
Bueno, ahora van tres razones por las que, según, este proyecto acabó solo en anécdota.
Primero, el hecho de que Petersen fue un director al que le gustaban los presupuestos elevados. Por eso, el de su Batman vs Superman iba incrementándose cada semana.
Sumemos ahora que el guion no era del agrado de los ejecutivos ¿Superhéroes maduros con problemas existenciales?
Finalmente, la llegada de dos jóvenes que traían bajo el brazo una propuesta para películas de Superman y Batman con presupuestos manejables: JJ Abrams y Christopher Nolan, respectivamente.
Estamos en el 2023 y ya sabemos quién de esos dos sí hizo su película.
También cómo le fue.
Y lo curioso es que estamos como hace veinte años: sin saber verdaderamente qué hará este estudio con sus famosos personajes. Por más que James Gunn utilice sus redes sociales para decir que todo va bien, que los planes están listos y que no vamos a dar crédito de lo que se viene.
Porque si algo nos ha enseñado Warner es que no es garantía ni que se haga la película. Igual pueden enlatarla y solo para tener un beneficio fiscal.
Atentamente, el Duende Callejero…








