Quizá sea pronto para decirlo, pero mientras a Damian Mc Carthy (1981, Irlanda) le sigan soltando dinero para que haga películas, los que gustamos del llamado cine de género, que, ya saben, incluye al horror, el terror, la fantasía y la ciencia ficción, iremos a su encuentro y quizá hasta acabemos haciéndole una capilla.
Fue apenas en el 2020 que Mc Carthy presentó, tras seis cortos y algún videoclip, su primer largo: Caveat. Y fue con esta película, que contiene a un macabro juguete en forma de conejo y el escenario gótico por excelencia: una casa abandonada en una isla; que nuestro amigo irlandés puso sobre la mesa sus reglas: será la cámara, no la edición, la responsable de crear tal tensión. Tensión que, curiosamente, puede que haga que nos sintamos obligados a ver si tenemos algún mensaje que no hemos leído en nuestro teléfono solo para no seguir viendo lo que puede –o no– pasar en la pantalla.
Sí, porque Mc Carthy tiene algo que muchos de sus compañeros de profesión no abrazan: paciencia. Y eso no quiere decir que cuando veamos una de sus películas debemos prepararnos para una sucesión de escenas en la que la única acción sea la contemplación al vacío por parte de algún personaje.
No, no y no.
Mc Carthy tiene el control para no aventarnos gatos, como dicen por ahí. Con él no hay sobresaltos, solo tensión.
Y, de nuevo, esa es una tensión que siempre irá hacía arriba.
Una tensión punzante y constante y, bueno, macabra.
Así que debemos de estar de plácemes: en la cartelera tuvimos su segundo largometraje: Oddity (2024, Irlanda y Estados Unidos), cinta que serpentea entre varios tropos del género: hay, de nuevo, elementos góticos, folclóricos, sobrenaturales, detectivescos, psicológicos. En fin, todo un carnaval que además está empaquetado en casi una hora con cuarenta minutos.
Nada más.
Una noche, en una casona alejada de todo Dios, Dani (Carolyne Bracken) recibe la visita de un desconocido que porta un ojo de vidrio (Jonathan Barrett) y que le dice que corre peligro. Porque resulta que ese desconocido vio que alguien entró en la casa antes de Dani y ahora quiere que lo deje entrar para defenderla de ese intruso.
Obviamente Dani desconfía del extraño, pero algo dentro de la casa la hacen abrir la puerta y dejar pasar al hombre.
Entonces, saltamos un año.
Y así nos enteramos que, primero, Dani estaba casada con un psiquiatra que trabaja en un hospital mental para delincuentes, Ted (Gwilym Lee), y que esa noche él estaba en el trabajo. Segundo, que a Dani la asesinaron esa noche. Tercero, que el hombre del ojo de vidrio era paciente de Ted. Y cuarto: la hermana gemela y ciega y vidente de Dani, Darcy (de nuevo Bracken), que regentea una esotérica tienda de antigüedades, se invita a la renovada casona alejada de todo Dios con la idea de descubrir qué fue lo que pasó esa noche con su hermana.
Porque eso de que un loco con ojo de vidrio la mató simplemente no se lo cree.
En esa casona sigue viviendo Ted, pero con su nueva novia, Yana (Caroline Menton). Eso sí, antes de llegar, Darcy envía a su ex-cuñado y compañía una caja que contiene una macabra figura de madera de un hombre sentado que aparentemente está gritando.
O que quizá solo está advirtiendo.
Descuiden, lo sabremos.
Con Oddity, Mc Carthy y su equipo logran lo que solo se puede considerar un milagrito: una cinta de horror plagada de lugares comunes y hasta clichés, que se vale de ellos para darnos la mejor de las sorpresas posibles: uno de los mejores finales de una cinta en los últimos años.
Insisto, si Mc Carthy sigue así se merecerá una capilla.
Atentamente, el Duende Callejero…








