True Crime a la mexicana

Fotograma de El Profeta Mimi
Fotograma de El Profeta Mimi

Principios de los setenta, Centro Histórico de la Ciudad de México. Noche.

Una prostituta ataviada como la conocidísima Muerte de Posadas trastabilla por una calle.

Cerca de ella va un hombre alto, de paso corto y bien vestido.

Quizá el último cliente de la noche, quizá.

La prostituta se detiene y lo encara. Para eso, el par ya ha dejado la calle y ahora están en un callejón. El hombre escucha que la prostituta primero se le ofrece, luego, tras repasarlo de arriba para abajo con su acuosa mirada, se mofa de él.

Entonces, el hombre saca de sus bolsillos una corbata. Con ella la ahorca.

Cuando el cuerpo sin vida de la mujer cae, el hombre lanza un rezo y se da a la fuga.

Llega a su casa.

Vive en una vecindad con su anciana madre. Ellos tienen su propia historia violenta. De niño le tocó presenciar la muerte de su padre (Héctor Ortega). Lo mató su madre (Ofelia Guilmáin) de un balazo. A él y a la prostituta que había llevado a la casa al final de una juerga. Así terminó la pelea de esa noche. Su madre no quiso ver cómo su esposo fornicaba con la prostituta en el sillón de su sala.

Descubrimos que al hombre le gusta la ópera, los libros y aunque no va a misa o pertenece a un culto religioso, es capaz de citar pasajes enteros de La Biblia. Su nombre es Ángel Peñafiel, aunque todo mundo lo conoce como Mimi (Ignacio López Tarso).

También por su buen corazón. Desde niño se hizo cargo de su madre mientras purgaba su condena. Ahora trabaja como mecanógrafo. Escribe con su máquina lo que el cliente le pida y le pague. Suele no cobrarle a esas prostitutas que requieren sus servicios. La razón, nunca envía las cartas que ellas le piden que les escriba.

Algunas noches las pasa jugando ajedrez con el gallego encargado de un hotel en el que las prostitutas realizan su trabajo. Vive enamorado de su vecina, Rosita (Ana Martín), una joven cuyo sueño es largarse de la vecindad.

Y sí, él es ese asesino de prostitutas del que tanto hablan los diarios y las mujeres en la calle. Mimi sale a matar amparado por su creencia de que está haciéndoles un favor a esas mujeres. Librándolas de sus pecados y del dolor por vivir vendiendo su carne.

Nadie sospecha de él ¿Quién podría hacerlo? Mimi es de los que se quita el saco cuando ve a alguien pasar frío en la calle. También ha dejado de comer para regalar su comida a algún hambriento.

Rosita tiene un novio abusivo, Federico (Roberto «El Flaco» Guzmán), que se la tiene jurada a Mimi por las veces en las que se ha entrometido en sus asuntos. Y de noche, él sube a las azoteas para ver a Rosita desnuda. Por las mañanas, platica con ella. Le cuenta intimidades. Sueña con dejar a su madre, irse con Rosita. Quizá iniciar una familia. Ya no es joven, pero tiene fe.

Todo da un vuelco cuando conoce a Magdalena (Carmen Montejo), una solitaria y mal hablada señora que vive en un cuartucho en el techo de la vecindad. Con su desfachatez le desbarata esa idea de pecado y dolor en el que viven las prostitutas. Y buscando escapar del yugo de su correcto padre (Carlos Jordán), Rosita decide hacer la calle para juntar dinero y cumplir su sueño de largarse. Eso le rompe el corazón a Mimi.

Para colmo, conoce, y por sugerencia de Rosita, al Hermano Mackenzie (Ernesto Gómez Cruz), que con su iglesia new age está alborotando las buenas conciencias de los jóvenes.

El Profeta Mimi es el nombre de la película. Se estrenó en 1973. Dirección de José Estrada, guion del propio Estrada y Eduardo Luján. Forma parte de la colección Grandes Directores Mexicanos de los 70’s de Zima. Costó entre 15 y 20 pesos en un botadero de supermercado. Entiendo que está en streaming por ahí.

Cierto, su misoginia es tan elemental que raya en la caricatura. Los discursos del padre de Rosita corresponden a esos choros aleccionadores de la generación posterior al ‘68. La transformación de Rosita está cantada desde el inicio. Por ello, el desenlace no logra causar sorpresa.

Pero resaltar esos derrapes es tan válido como aplaudirle los logros. López Tarso está impresionante. También Montejo. Y Estrada logra transformar el Centro Histórico, escenario único de la película, en dos mundos. El de día, que se ve como un lugar apacible y hasta hermoso, y el de noche.

Una antesala de un infierno plagado de sombras, de demonios, de desolación.

Punto aparte le corresponde esas cuidadas escenas de asesinatos. Resaltando el segundo de ellos, que ocurre en un cuarto de hotel con las paredes de color rojo y en el que todo es visto desde un espejo, con una sombra de Mimi que a cada paso que da se agiganta.

¿Estamos ante uno de los primeros ejercicios de giallo a la mexicana?

Quizá. Y aunque Estrada citó en su momento a Psycho (1960) de Alfred Hitchcock como inspiración de su película, no debemos dejar fuera dos historias ocurridas realmente en ese Centro Histórico.

La de Goyo Cárdenas y la de Higinio Sobera de la Flor.

Dos hombres cuyas andanzas la escritora Norma Lazo relató en dos excelentes crónicas en su libro Sin Clemencia (2007).

Ellos fueron, indudablemente, la inspiración tras este Profeta Mimi que he vuelto a revisar.

Un true crime a la mexicana que vale la pena rastrear.

Atentamente, el Duende Callejero