Los Inocentes

La debutante Rakel Leonora Fløttum en una imagen promocional de la película De Uskyldige dirigida y escrita por Eskil Vogt

En su segundo largometraje como director: De Uskyldige (2021; Reino Unido, Francia, Finlandia, Dinamarca, Suecia y Noruega), el guionista sueco Eskil Vogt nos presenta una historia que nos remite a aquellos primeros trabajos de Roman Polanski, Brian De Palma e incluso, en partes, Steven Spielberg.

Estamos en Romsås, Oslo. Suponemos que en tiempo presente, aunque el espíritu de finales de los sesenta se deja ver en los colores del lugar, en la arquitectura y hasta en el vestuario de algunos personajes.

Ida (Rakel Leonora Fløttum), de casi diez años, es una niña enojada.

La razón es que sus padres (Morten Svartveit y Allen Dorrit Petersen) solo están al pendiente de su hermana mayor, Anna (Alva Brynsmo Ramstad), que es autista. Así que Ida no pierde la oportunidad de portarse mal con su ella: en los primeros minutos, mientras la familia va en auto rumbo a un complejo urbano que bordea un lago artificial y en el que está su nuevo hogar, Ida lastima a Anna pues la ha despertado con sus sonidos guturales.

Anna no puede hablar. Ida la pellizca y le deja una marca en la pierna. Pero ella ni se entera.

Ya instalados, los padres de Ida le encomienda que vigile a su hermana mientras están en el área de juegos del complejo en donde ahora viven. Ahí Ida conoce a Ben (Sam Ashraf), que vive con su abusiva madre, y que le muestra un curioso truco: puede mover cosas con la mente.

Ben la invita a dar un paseo. Ida, sin pensárselo dos veces, abandona a su hermana en los columpios y se va con su nuevo y extraño amigo a explorar los alrededores.

Así es como Anna conoce a Aisha (Mina Yasmin Bremseth Asheim), con su rostro marcado por el vitíligo, que también tiene un truco que usa con Anna: ella puede comunicarse con la mente. Y entra en la de Anna para corregir ciertas cosas.

Entonces Anna comienza a hablar.

La puesta en escena de todos esos sucesos, y los que están por venir, es parte del atractivo de la cinta: sus tomas son largas, hay pocos cortes, el sonido es diegético. Todo logra una estampa que, en otra película, sería propicia para la reflexión sobre el actuar de los personajes y que apelaría a una pieza de realismo social. Pero aquí Vogt lo emplea con un único fin: dejar fuera cualquier preciosismo que pudiera tener su historia, encarándonos con un crudo relato sobre cómo es que el mal suele nacer de la inocencia.

Así es como Ida, que es nuestra guía en este mundo fantástico y terrible, comienza a perder su inocencia debido a que se convierte en la brújula moral de esta alegórica historia. A la par, Ben explora qué tanto puede hacer con sus ¿poderes? Aisha adopta la postura de némesis de Ben, y Anna va descubriendo y desarrollando sus propios atributos.

De Uskyldige o Juegos Inocentes, que es como la conocemos acá, es una película de corte fantástico. Y como tal, claro que es una metáfora.

Solo que nos toca a nosotros, sus espectadores, decidir de qué.

Atentamente, el Duende Callejero


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