Cuenta Charlotte Wells, directora, productora y guionista nacida en Edimburgo en 1987, pero que desde hace años vive en Nueva York; que en una ocasión, durante una visita a la casa de sus padres, sacó unos unos álbumes de fotografías de los estantes, comenzó a pasar sus páginas y se sorprendió al descubrir que de no ser por esos ajados y descoloridos recuadros que apenas y se mantenían adheridos tanto al cartón como al plástico protector, ella habría olvidado todos esos viajes que hizo con su familia a centros vacacionales con playa y alberca.
Salvo algunas personas que dicen que recuerdan cada detalle que han vivido, la mayoría tendemos a olvidar los sucesos del pasado.
Solo nos quedamos con la certeza de que vivimos ciertas experiencias, e incluso puede que podamos contar alguna que otra anécdota.
Pero en la mayoría de los casos, esos recuerdos a los que nos aferramos con cierta pasión suelen contarnos solo una parte de lo que sucedió en realidad. Basta que alguien que viviera la misma experiencia que nosotros nos escuche y luego se preste a contar lo que él o ella recuerda. Entonces, tal y como hizo Wells cuando descubrió cómo se veía su padre en su juventud y cómo era ella a sus once años, seguro que nos sorprenderemos de lo frágil que resulta nuestra memoria, lo fácil que caemos en el autoengaño y lo difícil que es el comprender que entonces teníamos un velo, usualmente puesto por nuestros padres, tíos, abuelos, solo con la intención de protegernos de ciertos asuntos de los que no debíamos enterarnos entonces.
Asuntos que, décadas después, ya sea porque revisamos un álbum de fotografías o quizá realizamos una película como Aftersun (2022, Reino Unido y Estados Unidos), primer largometraje de Wells que narra las últimas (y primeras) vacaciones entre un padre, Calum (Paul Mescal), y su hija Sophie (Francia Corio), en un modesto y algo decadente centro vacacional turco; entendamos que durante aquel tiempo, mientras bailamos desordenadamente en una pista, berreamos una canción en el karaoke o dejamos que nuestro cuerpo flote en esas pequeñas eternidades que son las albercas de los centros vacacionales de nuestra infancia; en realidad sorteábamos un campo minado sin siquiera saberlo.
Por eso lo planteado por Wells con su Aftersun resulta tanto tierno como demoledor.
Seguro que cada uno tiene esos recuerdos deslavándose en la memoria. Recuerdos que son meras versiones de eventos que, midiéndolos con la vara del tiempo, duelen. Pero que a su vez nos recuerdan lo feliz que éramos entonces, cuando estábamos junto a aquella persona importante en ese lugar ajeno a todo.
En el 2015, Wells presentó el cortometraje Tuesday.
Con apenas once minutos de duración, la cinta también dirigida y escrita por Wells resulta una suerte de secuela y conclusión de Aftersun.
Por ello recomiendo que de encontrarlo, no lo vean hasta revisar Aftersun. Porque, como lo dejó dicho el poeta Eliseo Alberto, puede que la eternidad ignore las costumbres, pero nosotros los mortales solemos ir por ahí escribiendo y diciendo solo una cosa: aquí hemos vivido.
Atentamente, el Duende Callejero…








