A finales de la década de los setenta, el término blockbuster no solo se había acuñado, también había cambiado la forma en la que se iba a consumir el cine en todo el mundo.
Porque a partir del verano de 1975, las películas evento, esas cuyos estrenos se anunciaban con meses de antelación mediante promocionales que se escuchaban en la radio o que aparecían en espacios televisivos, y cuyas imágenes veíamos en espectaculares y en periódicos y revistas; tenían un nuevo paradigma: para ganar más dinero en taquilla, hay que invertir más dinero en promoción y también en producción.
Eso fue lo que decidieron los estudios. Aunque eso último, lo del dinero en la producción, tardó en llegar. Lo digo porque esos primeros blockbusters vaya que tuvieron presupuestos bastante apretados.
Y toda la culpa de ese cambio de paradigma la tuvo un joven nacido en Ohio, que cuando se estrenó la película por la que nacieron los blockbusters tenía 29 años, y que fuera de haberse encargado de varios productos televisivos, solo había estrenado una largometraje en cines: Steven Spielberg.

Ese entonces joven y lampiño cineasta mostró, con su película Jaws, la senda por la que otros debían transitar en pos de convertir a la industria cinematográfica norteamericana en la dominante a nivel mundial.
Porque, de nuevo, haciendo historia, por aquellos años en los cines de todo el mundo se estrenaban películas italianas, españolas, japonesas y etcétera. Eso de que los títulos eran solo de producciones o co-producciones norteamericanas comenzó a mediados de la década de los ochenta y fue ya ley en los noventa, que fue donde países como México vivieron una de las mayores crisis relacionada con la distribución, con salas de cine cerrando y quedando esa oferta de cine no norteamericano o en salas culturales o en el mercado del video.
Pero esa es otra historia…
Pronto, otro joven siguió los pasos de Spielberg: George Lucas, que con su Star Wars, estrenada en 1977, destronó a Spielberg como el rey de la taquilla mundial. Y así sería por muchos años, hasta que Spielberg dio un golpe sobre la mesa con…

Bueno, esta también otra historia…
Lo que muchos no anticiparon fue que lejos de existir una rivalidad entre esos dos personajes, resultó que eran los mejores amigos.
Y como el éxito de Star Wars había hecho que a Lucas le aceptaran cualquier idea que le presentara a los ejecutivos de los estudios, el barbado cineasta comenzó a trabajar en una que llevaba años en su cabeza: regresar las películas seriales de los primeros años de la cinematografía.
Porque, tanto durante su etapa silente como durante los años 30, se volvió popular hacer películas que contaran las aventuras o desventuras de un personaje en varias películas.
Muchos de esos títulos se hicieron en Francia, con personajes como Fantomas.

Otras, en Inglaterra, con Sherlock Holmes obviamente.

Incluso Alemania tuvo lo suyo con el Doctor Mabuse.

La característica de todos esos títulos fue que, en su mayoría, provenían de novelas, obras de teatro, relatos o leyendas.
Pocos eran los personajes que habían nacido en un guion cinematográfico.
Así que Lucas, junto con Philip Kaufman, comenzaron a desarrollar la idea de un aventurero trotamundos que descubriría tesoros de leyenda.
Y pasó que por esos años, Spielberg tuvo la idea de cumplir un sueño: dirigir una película de James Bond, uno de los pocos personajes seriales que había entonces.
Y como los productores de las películas de Bond rechazaron las varias propuesta de Spielberg, Lucas lo llamó para proponerle que mejor él se hiciera cargo del ahora arqueólogo trotamundos, anti-nazi, que empuñaba un látigo y que ensombrecía su rostro con un fedora, y cuyo guion había escrito Lawrence Kasdan basándose en las notas de Kaufman y del propio Lucas.
Así fue que nació Indiana Jones o Henry Jones Jr. Un personaje nacido de y por la nostalgia. Y que a su vez, se convirtió en un ícono por méritos propios.

Y la razón por la que esta nueva y última, según, película de Jones, Indiana Jones and the Dial of Destiny, importa es porque con ella se cierra el periplo de ese personaje que, en los hombros de su accidentado protagonista, Harrison Ford, que nunca fue la primera opción para interpretarlo y que para variar llegó a salvar el proyecto como sucedió con la mayoría de sus personajes más conocidos; consolidaron aquella época del blockbuster al ser parte de esa trinidad compuesta por: Jaws, que fue con la que dio inicio.
Star Wars, con la que lo consolidó.
Y, finalmente, con Raiders of the Lost Ark, que demostró que no era necesario tener detrás del personaje y la historia algo ya conocido.
Lo digo porque en ese verano de 1981, Indiana le dio un revolcón al mismísimo Superman en la taquilla internacional.
Pero, bueno… ¿Y cómo está esta nueva aventura de Indiana?
Ah, pues eso, caray, también es otra historia…
Atentamente, el Duende Callejero…









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