Buenas intenciones

Estamos en la recta final del 2023, y queda claro que este fue un año en el que Hollywood aprendió un par de lecciones.

Por ejemplo, que si hace años tu héroe culminó su tercera película cabalgando con sus camaradas y también con su padre hacia el atardecer, no hay razón que valga para querer verlo como un viejo empeñado en enfrentar una última aventura como un viejo huraño que aprende a convivir con los que le rodean. Eso más o menos ya lo vimos anteriormente y esa experiencia tampoco valió la pena.

Qué decir que el mero hecho de conseguir un nuevo lugar para trepar o aventar a Tom Cruise ya no vale para vender boletos. Más porque se siguen palomeando los mismos puntos de siempre, porque decir que se cuenta la misma historia es dar por hecho que en verdad hay una historia en las películas de esta saga.

Ah, también que The Exorcist nunca ha necesitado una secuela.

Eso lo sabía su director William Friedkin. Son famosas sus declaraciones cada vez que se enteraba de que alguien estaba planeando algo relacionado con su venerada película.

Luego, lo supo John Boorman, que casi acaba con su carrera cuando decidió atender el llamado del productor Richard Lederer para hacerse cargo de The Exorcist II: The Heretic. Película que sintetiza qué es el development hell.

Otro que se enteró fue el propio autor de la novela en la que está basada la película original, William Peter Blatty, que dirigió y adaptó su propia novela, un procedimental policiaco con tintes sobrenaturales: Legion, pero que por presión de la productora Morgan Creek tuvo que meterle, y con calzador, un exorcismo y estrenarla con el nombre de The Exorcist III (en el 2016, se conoció una versión supervisada por Blatty que quitaba gran parte de las exigencias de los productores y restablecía escenas que fueron eliminadas. A esa versión se le conoce como The Exorcist III: Legion).

También lo supieron tanto Renny Harlin como Paul Schrader cuando, en el 2004, se encargaron de una precuela de The Exorcist.

Recordemos esa historia: la versión de Schrader se produjo primero. Pero fue desechada por los productores al considerarla demasiado contemplativa y nada sanguinolenta. Su título fue: Dominion: Precuel to the Exorcist y acabó, primero, como material de acompañamiento de un boxset. Mientras que la versión de Harlin, recicló solo algunas escenas de la de Schrader y filmó otra versión, incluyendo todo un final en el que más que un exorcismo vemos un duelo entre la poseída (Izabella Scorupco) y el padre Merrin (interpretado por Stellan Skarsgård en ambas versiones).

Y claro, otro que lo supo Jeremy Slater, creador de la serie homónima que se supone que era una secuela tardía de la cinta original y que ignoraba todas sus secuelas y precuelas, salvo la tercera. Y aunque de todas las ya citadas, es la secuela mejor lograda según la crítica, el público le dio la espalda. Fue cancelada en el 2017 sin poder terminar su historia, que se encaminaba a los terrenos de la novela de Blatty: Legion.

Ahora, el que lo sabe es David Gordon Green, el director y co-guionista, junto con Peter Sattler y Scott Teems, de The Exorcist: Believer, primera de una anunciada trilogía producida por Jason Blum.

La película, otra secuela tardía de la original que ignora al resto de películas y series, bien podría describirse de la siguiente forma: he aquí la muestra de que las películas están para contar historias, no para dar mensajes.

Porque ese es el problema principal de Believer. DGG, como lo llaman y llamaremos, ha tomado el mundo de The Exorcist para dar el siguiente mensaje: en el fondo, todas las religiones y creencias buscan lo mismo y citan (casi) lo mismo ¿Entonces, por qué lo hacen por separado? ¿Será por eso que el mal siempre parece ir un paso adelante?

El asunto es que he aquí un nuevo Christopher Nolan. O, bueno, he aquí otro cineasta que piensa que su público no va entender a menos que ponga a sus personajes a mandarse tremendos soliloquios que, en suma, durarán más que la misma escena del exorcismo.

Años después de vivir una experiencia traumática en un viaje de placer en Puerto Príncipe, que lo deja viudo, Victor Fielding (Leslie Odom Jr), fotógrafo profesional, debe lidiar con la idea que su hija, Angela (Lidya Jewett), ya es adolescente y no puede estar encima de ella, viendo a dónde va, estando siempre ahí a su lado. Por ello, accede a dejarla ir por primera vez en su vida a estudiar con unas amigas, entre las que está Katherine (Olivia O’Neill). Lo que él no sabe es que las jóvenes no tienen pensado estudiar luego de la salida del colegio. Lo que van a hacer es intentar invocar al espíritu de la madre de Angela en un lugar apartado del bosque cercano a su escuela.

Angela y Katherine no regresan a casa por la noche, así que tanto Victor como los padres de Katherine, Miranda (Jennifer Nettles) y Tony (Norbert Leo Butz), ponen al lugar de cabeza con tal de encontrarlas. Pasan tres días y las jóvenes aparecen en un granero a kilómetros de distancia. No recuerdan qué les sucedió, no presentan violencia de ningún tipo y las autoridades dejan que regresen con sus familias. Pero a partir de ahí las jóvenes comienzan a portarse de forma extraña. Angela ataca a su padre, Katherine a toda su congregación cristiana, incluyendo, claro, a su familia.

Es la vecina y enfermera, que cuida de Angela mientras está en observación en el hospital, Ann (Ann Dowd) la que advierte a Victor que lo que puede estar pasando con su hija: no una enfermedad mental como dicen los doctores, sino una posesión. Y lo pone en contacto con la autora de un libro que da cuenta de un caso de posesión ocurrido hace años, una ex actriz y ahora ¿activista? (la verdad no queda muy claro a qué se dedica en tiempo presente) llamada Chris MacNeil (Ellen Burstyn).

Es ahí donde la cinta da un giro, diría que inesperado aunque quizá deba decir: desesperado. Porque de la nada, convierte a Victor en una suerte de Nick Fury que va armando un grupo de Avengers religiosos que bien podría ser el planteamiento de un (mal) chiste: unos cristianos, unos católicos, unos adventistas y un soul doctor entran en una casa una noche para hacer un exorcismo doble

The Exorcist: Believer tendrá una secuela en el 2025 a pesar de su pobre recaudación en las salas. Todo porque los derechos costaron 400 millones y fueron por tres películas. Y como película nos recuerda, de nueva cuenta, eso de que: el camino al infierno está plagado de buenas intenciones.

Atentamente, el Duende Callejero

Agustín Galván

Estás en el blog: filias y fobias de @duendecallejero. Inicié escribiendo sobre mis gustos y disgustos en materia de cine y literatura en algún momento del 2003. Solo que entonces fue en otro lugar, en otro espacio (ahora fallecido). La versión que ahora vistas es nueva (aunque ya tiene sus años). Gracias por la visita y si te apetece, deja tu comentario.