Al menos Damien Chazelle (1985, Providence) no se anda por las ramas: al inicio de la desaforada, irregular, larga, caótica y en partes deslumbrante Babylon (2022, Estados Unidos), un elefante va rumbo a una mansión construida en algún lugar de Bel Air, California. Y mientras el responsable de su traslado, el joven Manny Torres (Diego Calva), lidia con un policía por la falta de permisos para poder trasladar al animal exótico, el elefante defeca llenando el encuadre con su mierda.
Ese animal es solo uno de los tantos excesos que habrá en una fiesta en la que se reunirá la crema, la nata y las flemas de la élite de aquel Hollywood de mediados de los años 20 del siglo pasado. Ese de los sets al aire libre, la dirección a gritos, los egos inflados, el machismo y el racismo a flor de piel, y que funcionaba a base de litros de alcohol, kilos de drogas y toneladas de dólares. Élite que en conjunto construyeron una de las industrias más rentables del siglo XX: la industria cinematográfica en su época muda.
Sí, Babylon es otra de esas cintas de reciente estreno que exponen una particular visión sobre el Arte Cinematográfico. Solo que Chazelle, que recuerdo: inicia su cinta llenándonos con la mierda de un animal que suele utilizarse para hacer referencia a un problema que nadie quiere tratar; lo que menos le interesa es darnos un relato romántico sobre la realización cinematográfica durante su periodo más artesanal.
Su intención reside en mostrarnos, y con una lupa que distorsiona todo aquello que le pongamos enfrente, la razón por la que ese imperio cayó por su propio peso, enterrando bajo sus escombros a todo aquel que no pudo comprender que todo inicia con su respectiva fecha de caducidad.
En especial la fama, la fortuna y la cordura.
Chazelle, que también escribió el guion, se vale de al menos seis personajes para restregarnos su tesis: el cine, ese arte que muchos de nosotros idealizamos y amamos, ese del que él vive, es uno realizado por una panda de dañados, nihilistas, viciosos, despreciables, bohemios, ilusos, románticos y soñadores. Panda que con gusto darán su vida y su salud mental para que nosotros tengamos, semana a semana, un nuevo título en las carteleras.
Así, su Babylon se vale de poner a Brad Pitt a interpretar una versión alterna de John Gilbert, aquí llamado Jack Conrad. A Margot Robbie a meterse en la piel de Clara Bow, aquí conocida como Nellie LaRoy. A Li Jun Li que nos hace recordar a Anna May Wong mediante su interpretación de Lady Fay Zhu. Quedando solo el Manny Torres de Calva como nuestro Virgilio de ficción en esta no tan divina comedia que al intentar abarcar tanto fracasa estrepitosamente.
Pero, caray, me resultó tan gratificante el ver que una superproducción de un estudio (Paramount, ni más ni menos) deja libre a un director para que hiciera su fellinesca y russelliana, y hasta angeriana y passoliana crónica de ese momento de transición entre el cine mudo y el cine sonoro, que al final confieso que tuve que reprimir mis ganas de dar un aplauso de piel.
Babylon es la versión cinematográfica de lo dicho por Samuel Beckett: Lo intentaste. Fracasaste. Da igual. Prueba otra vez. Fracasa otra vez. Fracasa mejor.
Atentamente, el Duende Callejero…








