Hombre que se mira a sí mismo

Hay un relato que no sé si conocen. Lo escribió HP Lovecraft hace ¿qué? ¿103 años? Lleva por título: The Outsider y va de un hombre que ha vivido encerrado en un castillo desde que tiene memoria.

Este hombre no sabe cómo llegó ahí ni quién lo encerró. Lo único que sabe es que, fuera de las escandalosas ratas, los murciélagos y las arañas, nadie más le ha hecho compañía. El hombre mata las horas imaginando cómo será allá afuera. Ve, entre los árboles, una torre negra. De hace preguntas que él mismo se responde.

Nos enteramos de su historia a partir de ese momento en el que, entre aburrido y curioso y algo desesperado, el hombre sale de su mazmorra para explorar el castillo.

En su andar, el hombre llega hasta un lugar en el que se está celebrando una fiesta. Escucha música, risas, pláticas. Entra.

Descubre de inmediato que los asistentes de la fiesta están siendo amenazados por algo indescriptible, que los persigue. Él alcanza a ver al monstruo y se aterra, es un horror, pero por estar entre otras personas se arma de valor e intenta defenderlos. Así que, con un florero que pesca por ahí, acorrala al monstruo. Y, en un arranque de coraje, le avienta el florero y lo que pasa es que lo que golpea es a un espejo, que se rompe.

Así es que nuestro narrador, ese hombre anónimo que ha vivido toda su vida encerrado en el castillo acompañado solo por ratas, murciélagos y arañas, que decidió salir para ver qué había allá afuera, descubre que ese monstruo del que todos huían, incluyéndolo, era él mismo.

Recuerdo el cuento de The Outsider, una de las ficciones de esa época en la que Lovecraft quería ser Poe, pues le encuentro ciertas similitudes con la cinta A Different Man (2024, Estados Unidos), dirigida y escrita por Aaron Schimberg.

Edward (Sebastian Stan) aspira a convertirse en actor, pero como sufre de neurofibromatosis, que es una enfermedad que hace que le crezcan tumores en el rostro y parte del cuerpo, desfigurándolo, vive solo y lleno de complejos y rencores. De momento, los únicos trabajos como actor que encuentra son en videos informativos que buscan hacer empatía con personas con capacidades diferentes. Un término bastante cómodo ante tiempos caracterizados por encontrar incómodo todo aquello que está fuera de lo normal.

Un día le ofrecen someterse a una cirugía experimental que podría o corregirle el rostro o deformarlo aún más. Nada es seguro, le dicen. Pero Edward accede porque, siendo sinceros ¿qué es lo que puede perder?

Obviamente la operación es un éxito y para disfrutar de lo que será su nueva vida con su nuevo rostro, deja atrás tanto el nombre de Edward, ahora se hará llamar Guy, junto con sus aspiraciones de convertirse en actor y hasta el departamento en el que vivía.

Guy/Edward ahora se dedica a las ventas y a conquistar a cuanta mujer cruza en su camino, y tiene éxito en ambos campos. Pero no tarda en enterarse que la que fue su vecina, Ingrid (Renate Reinsve), de la que estaba enamorado, ha escrito una obra de teatro basada en quién fue, en su problema y sus aspiraciones, y está preparando el montaje de la misma.

Guy/Edward asisten al teatro y audiciona para interpretarse a ese que fue, aunque su intención solo sea conquistar a Ingrid. Incluso comienza a convencerla de que, con un poco de maquillaje, él interpretaría a un Edward perfecto. Claro, no le confiesa nada a Ingrid. Ni sus intenciones ni quién es en realidad.

Este no es un cuento de hadas, pues.

Todo parece caminar en la dirección correcta, hasta que otro actor llega reclamando el papel de Edward: Oswald (Adam Pearson, que en la vida real padece neurofibromatosis). Y resulta que él es un hombre que a pesar de su apariencia, es todo lo contrario a lo que Guy/Edward fue y, caray, es tras la operación: alegre, seguro, encantador. Incluso seductor.

A Different Man ya comenzó a cosechar éxitos: Mejor Película en los Gotham Awards, Mejor Actor en el Festival de Berlín, Mejor Guion en Sitges. Sebastian Stan está nominado a un Globo de Oro. Y en mi lista personal de películas por la que recordaré este año, estará en los primeros lugares. Ah, pero les decía al inicio que me recordaba al relato de Lovecraft, aunque no he dado la razón.

Va.

En ocasiones somos como ese personaje de Lovecraft que cree que el monstruo es otro solo, solo por cómo se ve. Pero es raro que un monstruo tenga conciencia de que él es la razón por lo que los demás huyen. La cuestión es que, como nos deja claro Oswald en esta cinta, a los monstruo no lo define su apariencia sino sus acciones.

Y como descubre la criatura de Lovecraft, o el propio Guy/Edward, en ocasiones el monstruo es uno mismo. Y contra lo que estamos peleando tanto en público como en privado solo es nuestra imagen en el espejo.

Atentamente, el Duende Callejero

Agustín Galván

Estás en el blog: filias y fobias de @duendecallejero. Inicié escribiendo sobre mis gustos y disgustos en materia de cine y literatura en algún momento del 2003. Solo que entonces fue en otro lugar, en otro espacio (ahora fallecido). La versión que ahora vistas es nueva (aunque ya tiene sus años). Gracias por la visita y si te apetece, deja tu comentario.