Contengo multitudes

Ocurrió el 19 de junio de 1999 en una carretera secundaria de North Lovell, Maine.

Un hombre, Bryan Smith, manejaba su camioneta. Dijo que conocía al dedillo cada una de sus curvas y sus baches. Llevaba a su perro en la cabina. Jugaba con él porque, dijo, conocía al dedillo la carretera. Además ¿A quién se le iba a ocurrir caminar por ahí?

Smith perdió el control del vehículo por unos segundos. Culpó al perro, que lo distrajo.

Escuchó un golpe.

Se detuvo.

Bajó del auto.

Descubrió que había atropellado a un hombre.

Se acercó al hombre. Le preguntó si estaba bien. Seguro y le dijo que no lo había visto y le habló de su perro y de la carretera que, dijo, conocía al dedillo.

El hombre al que había atropellado no había perdido ni el conocimiento ni el buen humor. Estaba herido, pero se dice que hacía bromas. Supongo que en algún momento Smith le preguntó su nombre y el hombre le respondió que se llamaba Stephen King.

Lo sabemos porque han pasado años, el accidente le dejó secuelas tanto físicas como literarias a Stephen King. El lo físico, tuvo una recuperación lenta. Incluso se pensó en amputarle la pierna derecha. Hoy anda con bastón, pero se quedó con ambas piernas. Además de que decidió no emprender una acción legal contra Smith. Incluso le compró la camioneta que, luego, ya recuperado, dice que destrozó con sus propias manos (y, bueno, con algunas herramientas).

Pero no olvidemos lo literario. Al respecto diré que sabíamos quién era y qué hacía King antes de ese 19 de junio de 1999.

Lo que no imaginamos es lo que haría luego de esa fecha.

Por ejemplo, que terminaría, y casi en una sentada, la historia de The Dark Tower con todo y un anexo. Que escribiría unas ficciones pulp y policiacas. Que terminaría novelas que había dejado en el cajón de las cosas olvidadas. Y claro, también escribió un relato llamado The Life of Chuck que aparece en la colección If it Bleeds del 2020.

En su acostumbrado descargo al final de toda colección de relatos (o de novelas cortas), King jura que no tiene idea de dónde salió The Life of Chuck. Pero a nosotros nos basta con leer el relato para entender que, junto con Lisey’s Story y Elevation, tenemos un tríptico en el que King se aventuró a hacer ficciones sobre el morir y lo que quizá venga después.

Dejaré a un lado las otras dos obras citadas y me quedaré con el relato de Chuck porque acaba de estrenarse su ¿inesperada? versión cinematográfica firmada por el chambeador Mike Flanagan.

Versión que, caray, respeta tanto el texto original, que algunos momentos le resultan adversos.

Pero, bueno, esa será otra historia.

Contada en tres partes que van a la inversa (primero es la tercera y al final es la primera), The Life of Chuck es un relato que se sirve de un fragmento del poema Canto a mí mismo de Walt Whitman, en concreto lo de:

Yo soy inmenso… y contengo multitudes…

… para hacer una reflexión sobre qué significa vivir sabiendo bien que la vida terminará en un punto (in)determinado.

Porque solo unos saben cuál será dicho punto. Lo tienen claro porque se trata de una enfermedad, así que nos llevan ventaja al resto.

Pero ¿y los otros?

El Chuck del título es un hombre que, entendemos, vivió 39 años. Quedó huérfano de pequeño, así que lo criaron sus abuelos. Ellos se encargaron de formar a un hombre hecho y derecho que quizá solo tenga un pero en su vida: no se dedicó a su verdadera pasión, el baile. Pero como la vida es un instante y, como también se lee en el poema:

El pasado y el presente se marchita

Chuck logrará, en un momento salido de la nada, en una calle extranjera y frente a varios desconocidos, sacarse la espinita de saber qué significa entregarse a una pasión sin renunciar al mundo que eligió.

Creo que los recuerdos son fantasmas, dice un personaje hacia el final del relato que, recordemos, se compone de los años iniciales de Chuck. Y qué queda de cada uno luego de la tal partida final. Pues los fantasmas, que, según este relato, son los recuerdos.

Así que los que nos recuerdan después de que morimos, lo que hacen, según este personaje, es convivir con fantasma.

The Life of Chuck está lejos de ser uno de los grandes relatos de King, pero ilustra bastante bien la idea de que el señor de Maine, en materia literaria, puede partir de este plano sabiendo que no es un músico de una sola nota.

King es de los que, de nuevo: en materia literaria, contiene multitudes.

Atentamente, el Duende Callejero

Una respuesta a “Contengo multitudes”

  1. Avatar de El legado Bachman – filias y fobias de @duendecallejero

    […] que de 1977 a 1984 al escritor Stephen King (sí, al que ya le he dedicado más de un escrito en este espacio) le publicaron cinco novelas con el seudónimo Richard […]

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Agustín Galván

Estás en el blog: filias y fobias de @duendecallejero. Inicié escribiendo sobre mis gustos y disgustos en materia de cine y literatura en algún momento del 2003. Solo que entonces fue en otro lugar, en otro espacio (ahora fallecido). La versión que ahora vistas es nueva (aunque ya tiene sus años). Gracias por la visita y si te apetece, deja tu comentario.