Retrato de un artista parisino

Fue durante los años de 1914 y 1915 que al autor irlandés James Joyce le publicaron A Portrait of the Artist as a Young Man en forma de un serial de cinco capítulos en la revista The Egoist.

En dicho texto, una ficción biográfica sobre un joven llamado Stephen Dedalus que descubre tempranamente que tiene talento para la escritura, pero que dicho talento hace que, ya en su adolescencia, deba debatirse entre entre dejarse llevar por él o abandonarlo debido a que iniciar una carrera literaria lo haría alejarse de las tradiciones conservadoras de su familia y su comunidad; es una de las mejores novelas de aprendizaje, o bildungsroman, que se han escrito.

Y por ello, muchos autores y hasta realizadores han secundado sus pasos.

Incluso se han planteado cambios como ¿es necesario que el personaje deba ser joven?

Lo que no cambia en cualquiera de sus versiones, sean directas o indirectas como Whiplash de Damien Chazelle, por ejemplo; es el hecho de que el mayor conflicto que enfrenta este tipo de personajes es uno que se desarrolla en su interior: el convertirse en un artista es un compromiso con uno mismo y con esa pasión y ese deseo que lo hace llevar una vida aparte de todo lo tradicional.

Por eso, el personaje tendrá que decidir entre compartir su vida con alguien que ama, sea su familia o una pareja, y renunciar a su deseo de ser artista, o dejarlos a todos en pos de convertirse en ese escritor, músico, pintor, actor, bailarín, o lo que sea.

En el 2021, en la edición 71 de la Berlinale, se presentó la película Le Monde aprés Nous, debut como director Louda Ben Salah, que escribió la película junto a Louise Groult y Clémence Diard.

Y he aquí una película que gustosamente subvierte el clásico relato de Joyce al introducir un elemento inédito en su trama: el aspecto industrial que va de la mano de todas las expresiones artísticas.

Porque ahora el conflicto no está entre el aspirante a artista, que en este caso es uno que sueña convertirse en escritor: Labidi (Aurélien Gabriell), que está por cumplir los treinta años y que cuando lo conocemos ha decidido formalizar su relación con Élisa (Louise Chevillotte), una estudiante próxima a graduarse, por lo que ambos están buscando rentar un departamento; sino con la maquinaria tras la industria editorial, tan buena para dar alas como para dilapidar sueños.

Ah, y también contra la vida misma.

Labidi gana un concurso literario y eso hace que una editorial le extienda un contrato en el que él se compromete a entregarles una novela en un plazo no mayor de seis meses.

Así que ahora el joven debe dedicarse a la escritura de esa novela que espera que lo convierta en la próxima estrella de las letras francesa, mientras divide su tiempo entre mantener su relación con Élisa, apoyar a sus padres y trabajar casi de tiempo completo como repartidor para poder pagar la renta de su departamento y poner comida en la mesa.

Todo eso en un momento en el que las rentas están por las nubes, las remuneraciones por trabajos tan demandantes son precarias y la realidad se empeña en demostrar qué hay ocasiones en que el amor no lo vence todo.

Con Le Monde aprés Nous tenemos, pues, ese retrato de un artista parisino que ni sabíamos que necesitábamos pero que tanto se agradece.

Atentamente, el Duende Callejero

Agustín Galván

Estás en el blog: filias y fobias de @duendecallejero. Inicié escribiendo sobre mis gustos y disgustos en materia de cine y literatura en algún momento del 2003. Solo que entonces fue en otro lugar, en otro espacio (ahora fallecido). La versión que ahora vistas es nueva (aunque ya tiene sus años). Gracias por la visita y si te apetece, deja tu comentario.