Estrenada de forma limitada en el 2018 en Estados Unidos luego de su paso por varios festivales, y entiendo que también llegó a salas mexicanas un año después, Thunder Road (2018, Estados Unidos) es el segundo largometraje del actor, director, guionista, productor y hasta editor Jim Cummings (1986, Nueva Orleans), título que durante semanas estuvo disponible en la plataforma MUBI.
Esperemos que en el futuro regrese al catálogo.
Confieso que solo la había visto en una ocasión. En concreto, fue en el 2020. Durante la pandemia vi el tercer largometraje de Cummings: The Wolf of Snow Hollow. Por esa película fue que descubrí Thunder Road. Una cinta que va cambiando, o mejor dicho mutando a lo largo de su hora y media de duración.
Porque, tal y como sucede en esos primeros intensos e incómodos doce minutos del inicio, donde vemos en una toma sin interrupciones al oficial Jim Arnaud (Cummings) intentando homenajear a su difunta madre en su funeral, pero descubriendo que todo lo que tenía planeado, desde compartir anécdotas emotivas hasta bailar frente a su ataúd una de las canciones favoritas, Thunder Road de Bruce Springsteen, nada le sale bien. La grabadora con la que iba a tocar la canción no funciona, las ideas que tenía se le olvidan y los apuntes que había preparado se le han perdido.
Así que, aferrándose a su idea de que lo único que importa es ser sincero, que todo se resuelve si se abre el corazón y que uno no debe amilanarse por el ridículo que pueda hacer, Arnaud se pierde y acaba siendo el hazme reír de ese pueblo sin nombre en el que vive con su coreografía sin música que hace en medio de lágrima, risas y escupitajos.
Así, Thunder Road como película también pasa de un registro a otro sin que le importe completar una sola de las tantas tramas que va planteando.
Va de la comedia hasta una buddy movie de manual, pasando por una película de crecimiento y se da tiempo de lanzar unas pizcas de thriller.
Arnaud, tras el funeral de su madre y sus frecuentes crisis nerviosas que lo tienen en la mira de su jefe (Bill Wise), también deberá lidiar con los términos del divorcio que le pide Ros (Jocelyn DeBoer), que incluye quitarle la custodia de su hija (Kendal Farr) pues quiere irse del pueblo con su amante Chris (Kevin Olliff).
Solo su compañero Lewis (Nican Robinson), que por cierto no asistió al funeral pero al que no le sobran ni momentos ni palabras para consolarlo y calmarlo, parece estar de su lado.
Sin embargo, queda claro que la vida es dura y más si se es como el oficial Jim Arnaud: alguien recto, de buen espíritu aunque no de buenos modos que no logra entender que alegar que él no es así no va a cambiar el mundo, ni sacarlo de problemas, ni lograr la custodia de su hija.
Ni nada de nada.
En efecto, Jim Arnaud es un personaje patético. Pero dentro de la acepción de mostrar una angustia que logra conmovernos a pesar de lo duro, irrespetuoso y hasta idiota que nos resulta su actuar.
No sé cuándo volveré a ver esta recomendable película. Sé que no será pronto, y no porque me molestara, sino porque, como dicen por ahí: de lo bueno… poco.
Atentamente, el Duende Callejero…








