Si hay algo de lo que puede presumir Talk to Me (2022, Australia), primer largometraje realizado por el otrora grupo de youtubers que se hicieron llamar RackaRacka, comandado por los hermanos Danny y Michael Philippou, que son los que han dirigido la cinta; es que se arropa con ideas bastante frescas.
No diré que esas ideas son originales, pues en esencia estamos ante una relectura suburbana de Flatliners (1990), cinta en la que un grupo de pasantes de medicina se obsesionan con matarse entre ellos para comprobar si existe el más allá y de paso enmendar algunos errores de su pasado. Además de espolvorearle algunos guiños, tanto visuales como narrativos, de la algo olvidada Poltergeist II: The Other Side (1986), por aquello de que, ojo: spoiler, los muertos odian a los vivos y quieren un alma pura. Y recetar un homenaje nada estridente en su parte final al clásico Carnival of Souls (1962), película dirigida por Herk Harvey.
En los suburbios acomodados de una ciudad anónima australiana se ha vuelto popular entre los jóvenes el aprovechar que sus padres pasan más tiempo en su trabajo que en casa, además de que en la mayoría de los casos se trata de parejas divorciadas y algo amargadas, para reunirse, armar una fiesta e invocar a los muertos.
Esas invocaciones las hacen solo para pasar el rato. Hacen videos que luego suben a redes sociales o que comparten en grupos privados, y también para sentir una experiencia que al parecer ni el alcohol ni la droga ya pueden darles.
La forma en la que hacen estas invocaciones es bastante simple: los participantes se juntan en círculo frente a una mesa, sentados donde puedan. Aquel que quiera hacer la invocación es amarrado a una silla, con una mano libre, y puesto frente a los observadores y detrás de la mesa. Entonces, se enciende una vela. Y se dictan las reglas. Luego, se deposita sobre la mesa, encarando al que va a invocar, una mano de cerámica que, según eso, resguarda la verdadera mano de un nigromante.
Entonces que va a invocar debe estrechar esa mano, y decir a la par: háblame. De inmediato verá frente a él a un espíritu. Puede hacerle preguntas, que quizá el invocado responda o no. Pero dónde reside la emoción es que ahora deberá decir las palabras: te dejo entrar, y entonces el espíritu invocado entrará en él y se comunicará con los vivos utilizando su cuerpo o simplemente lo poseerá.
La regla es que la posesión no debe pasar más de 90 segundos, porque de lo contrario el espíritu invocado no querrá irse del cuerpo y el que invocó lo pasará mal durante un tiempo. Por ello se le debe separar de la mano y luego deben apagar la vela, porque así es como se cierra el portal que trajo al espíritu.
¿Quién hizo esas reglas y de dónde vino esa mano?
Para los escritores de la película, Bill Hizman y Danny Philippou, basándose en un cortometraje de Daley Pearson, eso es lo que menos importa. A fin de cuentas, Talk to Me se sirve del manto de lo sobrenatural para darnos un cautionary tale sobre los problemas que devienen del no dejar pasar los pesares que todos tenemos, pero en los que unos cuantos acaban hundiéndose.
Y para ello, se sirven del personaje de Mia, interpretado por Sophie Wilde.
Acaban de cumplirse dos años del suicidio o accidente en el que perdió la vida la mamá de Mia, y ella aún no sabe qué hará con su vida. Enojada con su padre, porque lo culpa de no haber cuidado de su madre, pasa su tiempo mendigando atención y cariño de la familia de su amiga Jade (Alexandra Jensen), a la que arrastra, junto con su novio Daniel (Otis Dhanji), a una de esas populares sesiones de espiritismo.
Y lo hace solo porque tiene la esperanza de poder comunicarse con su madre para preguntarle ¿Por qué la dejó sola? ¿En verdad fue suicidio o solo un accidente con los medicamentos que tomaba?
A destacar el trabajo de Wilde en su papel de Mia. Ella logra hacer que despreciemos y a la vez que nos preocupemos de su personaje. Es la amiga o familiar junkie que queremos lejos de nosotros, pero que cuando no lo vemos o sabemos de él quisiéramos tener cerca solo para saber que está bien.
Talk to Me, con sus bien empleados 95 minutos de duración, es una clara muestra de que, de momento, el verdadero salvador de las salas cinematográficas ya no serán uno de esos mastodontes de estudio.
Son esas modestas cintas que logran que nos importen sus personajes y que recuerdan que tras todo relato, sea macabro o no, siempre debe haber un drama humano.
Atentamente, el Duende Callejero…








