En abril del 2018, en salas comerciales del mundo se estrenó una película que absolutamente nadie esperaba pero que curiosamente se convirtió en un éxito taquillero y de crítica: A Quiet Place.

Basada en un guion escrito a cuatro manos por Bryan Woods y Scott Beck. Guion que, además de ser alabado por otros guionistas mientras estaba en el mercado, en su paso por los estudios y productoras acabó en manos del actor John Krasinski.

Tras leerlo, Krasinski accedió no solo a protagonizar la película, también a dirigir, buscar el financiamiento y de paso convencer a su esposa, Emily Blunt, para que fuera la co-protagonista.

Pero solo puso una condición: que pudiera reescribir el guion.

Así fue que Krasinski acabó quedándose con una taquillera saga que este año presenta el título que se antoja más ambicioso: A Quiet Place: Day One (2024, Estados Unidos y Reino Unido), tercera entrega de una saga que ya puede considerarse franquicia que por fin deja atrás los espacios rurales para contar cómo fue que inició la invasión extraterrestre en el corazón de Nueva York.

Recordemos, por unos cuantos minutos sucede eso mismo, presenciar el inicio de la invasión, en la apresurada secuela que se estrenó en el 2020. Entonces, el escenario seguía siendo la pequeña ciudad donde vivía la familia Abbott. Ahora, con una historia acreditada a Krasinski, el director y guionista Michael Sarnoski se bate a duelo con las expectativas de los seguidores de la saga por volver atractiva una cinta cuya premisa se antoja completamente irrelevante.

Digo, ya conocemos cómo son, qué hacen, cómo lo hacen y qué debilidades tienen esos monstruos ciegos con oído ultrasónico. Y para más inri, la historia ya no sigue ni a los Abott ni a los otros personajes que conocimos en pasadas entregas (bueno, hay uno ahí que repite. Aunque su fin ya lo sabemos gracias a la segunda parte). Por ello se antoja preguntar ¿Verdaderamente a alguien le resultará atractiva esta cinta?

Y he aquí donde debemos sincerarnos.

Verán, si algo queda claro con las anteriores entregas es que lo que hace atractivo a estas cintas no es tanto el factor humano sino la tensión que provoca el tener que ir de un lugar a otro (en eso, las cintas parece un videojuego en el que los personajes deben completar misiones) haciendo el menor ruido posible.

En esta ocasión acompañaremos a Samira (Lupita Nyong’o), enferma terminal que junto a su gato Frodo recorrerá una devastada Gran Manzana en busca de una rebanada de pizza en el local al que solía llevarla su padre cuando era niña. Y en el camino se cruzará con varios personajes, entre ellos el británico Eric (Joseph Quinn), estudiante de derecho que lo único que quiere es sobrevivir. Durante algunos días, el par aprenderá a confrontar sus propios miedos con tal de ganarle al momento un minuto más de vida. Y listo, de eso se trata A Quiet Place: Day One.

Y vaya que cumple con lo que promete: 100 minutos de tensión con sus respectivos descansos que en esta ocasión tienden un contrapunto lírico tomando como pretexto que Samira es poeta y Eric, además de aspirante a abogado, resulta que es mimo.

Sarnoski entrega, pues, un nuevo capítulo en una saga que ya es franquicia.

Es precuela solo por los tiempos en el que se desarrolla la trama, porque aporta poco al lore ya planteado en las otras cintas.

Eso sí, quién iba a decirlo, además resulta el ejemplo perfecto para ilustrar lo planteado por Blake Snyder en su popular manual de guionismo: Save the Cat!

Save the what? I call it the Save the Cat scene. They don’t put it into movies anymore. And it’s basic. It’s the scene where we meet the hero and the hero does something — like saving a cat — that defines who he is and makes us, the audience, like him.

Vaya cosa.

Atentamente, el Duende Callejero…