
Luego de dirigir algunos capítulos para series de televisión como Masters of Sex y Halt and Catch Fire, y de presentar una pequeña y genial cinta de terror en el 2015, The Invitation, la directora y guionista Karyn Kusama (1968, Brooklyn) presenta su quinto largometraje, Destroyer (2018, Estados Unidos), un sólido neo-noir que se nutre del devastador sol californiano para contarnos la historia de un grupo de personajes que se han venido desgastando, tanto físicamente como psicológicamente, en los años que han dedicado a luchar contra algo que ni ellos recuerdan qué era.
En tiempo presente, la ajada, malhumorada y alcohólica detective Erin Bell (Nicole Kidman) lleva años intentando atrapar a Silas (Toby Kebbell), el violento líder de una también violenta banda de asaltantes de banco y traficantes de droga. Esa cacería la ha convertido un despojo humano incapaz de empatizar hasta con su propia hija adolescente (Jade Pettyjohn), que la odia. Además de hacerla uno de los miembros del departamento de policía angelino más complejos y problemáticos en activo.
Y mientras vamos siguiendo ese caótico presente en el que Bell es ese paria del departamento de Los Ángeles que nadie quiere cerca, también nos vamos enterando qué pasó hace 17 años, cuando ella y su compañero Chris (Sebastian Stan) se infiltraron en la banda de Silas con el fin desarticularla.
Gracias a esa doble narrativa que alterna el pasado con el presente, conocemos a dos Erin Bell: una quizá imperfecta y con sus propios conflictos, pero con una visión abierta sobre el futuro que le espera y sobre lo que significa su trabajo de eliminar el crimen de las calles; y otra que ya vivió ese futuro y decidió que había perdido la batalla. Así que ya no espera nada de la vida y mejor se dedica a andar de aquí para allá como una zombi consumida tanto por su odio, su deseo de venganza, su dolor y su arrepentimiento.
Una que está convencida de que su labor de quitar de en medio cualquier partícula de mal que encuentre en su camino debe hacerse sin mediar en las consecuencias de sus actos.
Una que en esa destructiva cruzada personal ha arrastrado a todos los que la rodean.
Escrita por Phil Hay y Matt Manfredi, Destroyer le permite a Kusama explorar libremente los temas del film-noir de cepa, llevándolos a tiempos modernos (y por ende, algo más pétreos). Así tenemos una cinta que toma como mero McGuffin la caza del criminal y que centra todas atenciones en mostrarnos los estragos del tiempo, de la obsesión, de la culpa y también de la decepción.
Porque, sí, en el corazón de Destroyer late arrítmica y maquinalmente las consecuencias de vivir sin poder pasar la página al hecho de vivir decepcionado con uno mismo. No hay peor infierno, ni peor destino. Eso es lo que nos propone Kusama. Y con eso nos hace recordar a Philip Marlowe, ese detective creado por Raymond Chandler que en la sexta novela que protagoniza, The Long Goodbye, dijo: La mayoría de la gente pasa por la vida gastando la mitad de las energías de que dispone en tratar de proteger una dignidad que nunca ha poseído.
Erin Bell sabe bien de qué van esas palabras. Bastante bien.
Atentamente, el Duende Callejero…
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