
En su segundo largometraje que tiene su estreno mundial en una plataforma digital luego de The Ballad of Buster Scruggs del 2018, estrenada en Netflix, y primero que realiza sin su hermano Ethan, Joel Coen decide sumarse a la lista de cineastas que producen una adaptación de la obra escocesa de William Shakespeare. Así que, desde hace unos días en Apple TV podemos ver The Tragedy of Macbeth (2021, Estados Unidos), una abreviada y pesadillesca versión en la que Coen nos ofrece una de las adaptaciones más cinematográficas de la obra.
La trama, que va sobre la ambición desmedida y sus fatídicas consecuencias, se mantiene intacta. Cierto, algunos diálogos han cambiado, escenas o han sido omitidas o han sido reinterpretadas. Incluso algunos personajes han ganado peso mientras que otros han sido disminuídos. Pero, a pesar de esos detalles que para nada son menores, me atrevería a decir que estamos ante una de las versiones más fieles de la obra.
Una versión que incluso aprovecha su artificiosa puesta en escena para sumergirnos justo en el dilema moral en el que viven sus personajes: el reino de Irlanda es una ruina ¿Y por ella vale la pena matar o morir? Dilema que, como bien se señala en un momento clave de la obra: Las cosas que comienzan con el mal, solo se afianzan con el mal.
Macbeth, que en esta ocasión no es un ambicioso hombre de mediana edad, sino un cáustico noble ya entrado en años que ha dado su vida para preservar la paz, y que es interpretado por Denzel Washington, regresa a su castillo luego de lograr otra victoria para el Rey Duncan (Brendan Gleeson). Va acompañado del fiel Banquo (Bertie Carvel) cuando se encuentra a una o mejor dicho unas mujeres. Ella o ellas son Hécate, aquí interpretada soberbiamente por Kathryn Hunter. Ella o ellas le comunican a los viajeros algunas profecías. La primera es que se refieren a Macbeth con un título que aún no posee y luego le vaticinan que será rey. Mientras que a Baquo lo llaman el padre de un rey.
Basta ese encuentro y esas palabras para plantar en la cabeza de Macbeth la ambición.
Tantas batallas ganadas, tantas cicatrices en su cuerpo y tantos años dedicados a la causa deberían ser compensados, piensa él. Y qué mejor forma de hacerlo que con la corona del reino de Irlanda. Y cuando ese primer título augurado por Hécate le llega a causa de que el que lo portaba es acusado de traición, Macbeth se toma en serio la profecía de que él será el futuro rey.
Solo que cuando Duncan hace público que el heredero al trono será su blando hijo Malcolm (Harry Melling) y no él, entiende que para lograrlo deberá actuar así sea acabe derrumbando todos esos valores y códigos que tanto ha defendido todos estos años.
Y quién lo apoya, aconseja e incluso lo alienta para lograr tal causa es su esposa, interpretada por Frances McDormand.
Así, mientras las traiciones, las escenas clave y los conocidos diálogos van haciendo su acto de presencia, poco a poco esas oníricas y pastosas imágenes capturadas por la cámara de Bruno Delbonnel nos van recordando que cuando nos dejamos llevar por la ambición del poder, solo estamos ante: … un cuento contado por un idiota… Lleno de ruido y de furia, que no significa nada.

Atentamente, el Duende Callejero…
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