
Hace unos años, de parte del cine que por alguna razón le llaman independiente (pero que de independiente tiene muy poco), el tema que se explotó fue el de la masculinidad tóxica.
Y se hizo tanto explorando hechos reales, como sucedió en Bombshell que dirigió Jay Roach, o mediante contenidas fábulas sin moraleja como The Assistant, dirigida por Kitty Green.
También el cine de terror hizo su aportación con títulos como The Night House, que dirigió David Bruckner, y The Invisible Man de Leigh Whannell.
Y dicho tema le ha servido a la guionista Sarah DeLappe para reelaborar la historia original de Kristen Roupenian, escritora y periodista que hace años alcanzó notoriedad por ser la autora de un relato llamado Cat Person. Publicado por The New Yorker en el 2017, el tema que trata el relato es, precisamente, la tal masculinidad tóxica.
Ese guion es la base de la película Bodies Bodies Bodies (2022, Estados Unidos), que dirige la también actriz Halina Reijn (1975, Amsterdam).
Estamos ante una actualización de la novela de Agatha Christie: Ten Little Niggers, publicada en 1939 y que en estos tiempos de corrección política le han cambiado el título, así que ahora la conocemos como: And Then There Were None. Esto significa que estamos ante un whodunnit de cepa: todo ocurre en un lugar aislado donde un compacto grupo de personajes acabarán reunidos. Cada uno de esos personajes guarda algún secreto. Es la aparición de un cadáver el que los hace cuestionarse quién podría ser el asesino y también quién seguramente será el siguiente.
La razón detrás de los asesinatos resulta lo de menos. El juego está en adivinar quién es la mano que empuña la daga o el martillo, o la botella con el veneno o etcétera.
David (Pete Davidson), ya no tan joven, pero rico y tan caprichoso como un adolescente, organiza una fiesta en la casa de campo de su familia e invita a varios amigos. Y lo hace justo cuando está por llegar un huracán. Y allá van, sin pensar más que en que solo se vive una vez, Sophie (Amandla Stenberg) y su exótica novia (solo por ser europea y pobre) Bee (Maria Bakalova). También va la estrella de un podcast, Alice (Rachel Sennott) y su daddy, pero sin lo de sugar, Greg (Lee Pace). Además de la actriz y novia de David, Emma (Chase Sui Wonders), y alguien que se hace llamar Jordan (Myha’la Herrold). Ah, y estaba Max (Conner O’Malley), pero se va luego de una temprana discusión con David que enrancia el ambiente.
Llega el huracán y el grupo se queda sin energía eléctrica, y también sin posibilidad de salir de la casa. Tras agotar las formas de entretenerse, deciden jugar a: Bodies Bodies Bodies, juego que consiste en que un miembro del grupo adoptará la personalidad de un asesino y, con la luz apagada y en un cuarto cerrado, ese asesino irá tocando en el cuerpo al resto. Y todo aquel al que toque estará muerto.
El juego termina o cuando solo queda el asesino de pie, o cuando alguno de los sobrevivientes adivina quién es el que ha estado tocándolos y grita su nombre.
No debe ser sorpresa decir que ese juego se vuelve realidad cuando aparece el primer cadáver. Y así, eso de adivinar tanto quién será el siguiente cadáver como quién es el asesino, nos hará reír mientras vemos en pantalla, de nuevo, una crítica tanto a esa masculinidad tóxica, como a la llamada gen Z y su manía por volver público absolutamente todo lo que les pasa sin mediar en las consecuencias.
Incluyendo las crisis provocadas por la ansiedad.
Y como DeLappe y Reijn saben que el cliché es el espíritu de estos tiempos, se valen de él para entregarnos una de las experiencias cinematográficas más satisfactorias justo en un año lleno de experiencias cinematográficas satisfactorias.
Sí, como dicen por ahí: What a time to be alive!
Atentamente, Duende Callejero…
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