
Hay unos personajes cinematográficos que pueden llevar al público o a la catarsis o a la alopecia; esto último por el desespero que causan con su actuar. Aunque, bueno, eso también ocurre con lo primero.
Dichos personajes son los periodistas.
Especialmente son los que protagonizan una película que además se cobija con el manido: basado en hechos reales.
¿Existe una película que no esté basada o inspirada en hechos reales?
Bueno, dejemos eso para después.
Verán, parece que cada que un periodista es el protagonista de una película, se notarán ciertos tópicos.
Por ejemplo: sin importar en qué época se sitúa su trama, estamos ante unos hombres o unas mujeres cuyas vidas privadas suelen irse a pique debido a su entrega en pos de aquello que están investigando.
Porque entre más tiempo pasan desmadejando el lío en el que se metieron debido a su interés por demostrar de qué son capaces, más va creciendo su desencanto, su paranoia, su desesperación.
Aunque también más se va forjando, y al parecer con hierro, su temple.
Y aunque solo logran arañar la ansiada verdad hacia el final, estas películas suelen cerrar dejando claro que la redención del protagonista es posible siempre y cuando éste demuestre que tiene tesón y ética.
Por jugar con todos esos tópicos y aún así salir avante entregando una película que nos tiene cuestionando con cada revés el consabido: qué va a pasar ahora; aunque a la par solo vaya palomeando cada uno de los tópicos anteriormente expuestos, es por lo que Zodiac, dirigida por David Fincher, se convierte en una referencia obligada cada que se tiene como protagonistas a periodistas (o a un tándem de periodistas y detectives de la policía).
Cada película posterior (o anterior) a ella solo logra que nos demos cuenta de su grandeza y que reclamemos el hecho de que sigue estando criminalmente subvalorada. Más cuando uno se topa con un título como Boston Strangler (2023, Estados Unidos), dirigida y escrita por Matt Ruskin.
Ruskin parece querer dejar claro que entre sus intenciones está el recordarnos esa obra mayor de Fincher, puesto que desde los cortes, los movimientos de cámara y hasta el tinte verdoso, además de recrear una escena clave; su película, que narra por un lado lo sucedido en Boston durante casi una década, la de los sesenta, con respecto a una serie de asesinatos de mujeres sin aparente conexión entre sí, y por otro, el momento en el que una ama de casa con permiso conyugal para trabajar en un periódico, Loretta McLaughlin ( Keira Knightley), cree encontrar una conexión entre todos esos asesinatos que nadie más ve, por lo que hace equipo con la aguerrida periodista de investigación Jean Cole (Carrie Coon), poniendo a la ciudad entera y a su propio matrimonio en jaque cada que su periódico publica uno de sus escritos.
Y no es que Boston Strangler sea una película mediocre.
Pasa que simplemente se decanta por ir llevando a sus personajes a una serie de callejones sin salida en los que todo se resuelve con un manotazo sobre la mesa que, caray ¿No resulta obvio? Ah, también por ese ir palomeando tanto los tópicos aquí planeados como otros que dejé a un lado para no revelar más detalles de la trama.
Eso sí, pocas películas con periodistas como protagonistas logran mostrar tan fielmente uno de los mayores retos que tienen frente a ellos: el cumplir con la fecha límite de sus escritos.
Atentamente, el Duende Callejero…
Debe estar conectado para enviar un comentario.