Aperitif

No debería extrañarnos que la figura de Napoleón Bonaparte (1769-1821) esté en boga.

Lo digo pues Steven Spielberg anunció que pronto daría noticias sobre la serie de televisión que prepara desde hace casi una década. Serie basada en el guion que escribió su amigo Stanley Kubrick hace años, con la que haría una película biográfica que nadie quiso costearle.

También lo digo por el reciente estreno de Napoleón (2023, Reino Unido y Estados Unidos), dirigida por Ridley Scott y escrita por David Scarpa. Aunque aquí hay que tener en cuenta que más que una biografía per se, este Napoleón resulta un a veces atrabancado y a veces un deslumbrante estudio de personaje en el que solo se ha tomado al personaje histórico para intentar descifrar unos de los misterios del siglo XXI: ¿Por qué jodida razón atraen tanto esos personajes megalómanos, engreídos, delirantes, ridículos, caprichosos, que suelen llegar al poder y que son seguidos por miles o millones a pesar de sus claras deficiencias?

El asunto aquí es que estamos ante una película del Ridley Scott de los últimos veinte años, y eso significa que estamos ante una obra de un cineasta cuya mayor valía está en el apartado visual. Él mismo ha dicho que los guiones solo le sirven para conseguir el financiamiento y contratar al talento, y durante la promoción de esta cinta dijo que eso de preocuparse por lo que dicen los libros de historia era algo que se le dejó al pobre bastardo que escribió el guion.

Scott es conocido por tomar el guion como base, para luego realizar su versión mediante una serie de dibujos y pinturas que realiza en sus oficinas de West Hollywood, en el complejo Scott Free. Así que, desde escenas y diálogos, hasta nombres de personajes, lo que vemos en pantalla no es el guion escrito por el guionista en turno, sino su visión. Una visión que, como ya lo dijo en su momento Damon Lindelof: Tú, como guionista, no le dices a Ridley Scott cómo hacer una película de Ridley Scott.

Una visión a la que poco importan los hechos históricos o incluso la obra que adapta.

Lo que a Scott le importa son las escenas. Cada una de ellas es una unidad narrativa muy bien planeada que se va encadenando con la siguiente. Y si algo le estorba, lo quita sin pensarlo. Y si eso que quitó le daba sentido a la trama pero no le servía al ritmo de la cinta, pues que te vaya bien trama.

Eso es algo que ya atestiguamos con Prometheus. Recordemos que en la película, Millburn (Rafe Spall) inexplicablemente comienza a tocar a esos gusanos que encuentra en una caverna. Uno de esos gusanos se enreda en su brazo, se mete en su traje y termina incubándole un parásito. La escena está muy bien ejectada, pero nos hace pensar que ese personaje, Millburn, era un estúpido. Así que la pregunta salta ¿Qué estaba haciendo ahí?

Y, bueno, resulta que esa escena tiene antecedentes que Scott decidió eliminar porque alentaban el ritmo.

Y eso es lo que lastra a Napoleon, cinta en la que Joaquin Phoenix se encarga de replicar las varias poses conocidas por pinturas e ilustraciones del autoproclamado Emperador francés. Pero no podemos decir que encarna al Napoleón de la historia. Lo que hace es presentarnos a un hombre cuyas inseguridades le sirvieron para convertirse en líder. Al menos eso es lo que nos demuestra Scott con esas escenas en las que Phoenix/Napoleón tiembla y maldice antes de entrar en alguna batalla. Un hombre que debido a esa inseguridad meditaba cada acción por miedo a equivocarse.

Sí, según la versión de Scott, por poner un ejemplo, Napoleón obtuvo tantos éxitos en batallas no porque fuera bueno con la espada o el combate cuerpo a cuerpo, sino porque veía, planeaba y se rodeaba de personas que actuaban bajo sus órdenes sin cuestionarlas porque sabían que él los llevaría a ganar la batalla, aunque muchos perderían la vida lográndolo. Para él, el entorno era otra arma que debía actuar a su favor. Y solo perdió en aquellas en las que su ego y ambición nublaron su criterio.

¿En verdad así fue Napoleón? Eso es lo que se han preguntado varios luego de ver esta cinta. La respuesta es, como siempre: para nada. Como ya dije, Scott solo se ha servido del personaje para dar su versión de esa camada de líderes políticos y sociales que tanto encantan en estos tiempos. Esos que basan sus políticas no en hechos, sino en narrativas. Y aquí va otro ejemplo: en una de las escenas finales, Napoleón desayuna mientras les explica a un grupo de jóvenes que él tiene un talento natural para saber la inclinación de un cañón. Que el problema es que nunca logró que ese talento pasara a alguno de sus subordinados. Y de paso, termina su discurso con un consejo: que jamás acepten errores ajenos. Me tocó ir a ver esta película un día antes de que Elon Musk le espetara algo similar a Andrew Ross Sorkin.

Así que según Scott, estos personajes solo tienen a la narrativa que van contando y que otros acaban secundando. Eso es lo que logra engrandecerlos. Y eso les durará hasta que esa narrativa caiga por el propio peso de los hechos. En ese sentido, esta, repito, atrabancada, dispareja y en partes grandiosa cinta logra su punto. Pero ¿Por qué emplear a una figura tan emblemática como Napoleón para hacerlo? Más si se plantean tantas cosas sobre su historia, que o nunca se concretan o simplemente se dejan fuera.

Pero, bueno, va otra curiosidad: este Napoleón que vemos en cartelera es solo un aperitivo. Scott dijo que en su opinión, nadie iba a soportar una película de más de cuatro horas en una sala de cine, así que la versión completa de Napoleón, una que seguro no se sentirá tan apresurada, estará disponible en Apple TV+ el próximo año.

Este solo fue el pase por cines para lograr nominaciones. Un lujo que solo Apple pude hacer, según se ve con esta cinta y con The Killers of the Flower Moon.

Vaya tiempos que estamos viviendo ¿no? Las salas de cine como ventanas que deben emplearse solo para lograr nominaciones. Lo que interesan son los suscriptores que logre la plataforma detrás del ¿proyecto? ¿Contenido? ¿Película?

Atentamente, el Duende Callejero

Agustín Galván

Estás en el blog: filias y fobias de @duendecallejero. Inicié escribiendo sobre mis gustos y disgustos en materia de cine y literatura en algún momento del 2003. Solo que entonces fue en otro lugar, en otro espacio (ahora fallecido). La versión que ahora vistas es nueva (aunque ya tiene sus años). Gracias por la visita y si te apetece, deja tu comentario.