
En su quinto largometraje, el director y guionista galés Gareth Evans (1971, Nuneaton) dejó a un lado la saga rompe huesos del agente Rama (Iko Uwais) de la dupla Serbuan Maut (2011 y 2014, Indonesia, Francia y Estados Unidos), para explorar los terrenos del folk horror vía Apostle (2018, Estados Unidos y Reino Unido).
El protagonista de la historia es Thomas Richardson (Dan Stevens). Cuando lo conocemos vive en la calle y es adicto al opio, pero su acomodada familia lo busca con una encomienda para que enmiende su camino: su hermana (Lucy Boyton) fue secuestrada por los miembros de un culto que radica en una isla remota y hasta una petición de rescate existe. El año es 1905 y Richardson sabe que la única forma de dar con su hermana será infiltrándose en dicho culto. Un evento hace que Richardson se gane la confianza del líder y profeta, Malcolm (Michael Sheen), y es así que entra al círculo interno. Por ello, se le comienzan a develar algunos de los secretos del culto: ellos adora a Ella, la diosa de la isla. Fue fundado por tres hombres cuyos pasados no son del todo claros y que incluyen insinuaciones de que escaparon de prisión y llegaron a la isla con la idea de no ser encontrados.
Todos los miembros aparentemente han llegado a esa isla huyendo de algo. El tal líder y profeta es un hombre que predica la igualdad y la hermandad pero que en cuanto observa que algún miembro está por cuestionarlo o no cumple sus encomiendas, saca su lado violento y gracias a sus salvajes guardias someten al disidente y acaban torturando públicamente sobre una mesa, acusándolo además de blasfemia.
La tensión que logra crear Evans, una tensión que aumenta conforme van pasando los minutos de metraje, hace que Apostle no sea la típica historia de horror que creemos conocer.
Cierto, su inicio y desarrollo nos hace pensar inmediatamente en clásicos como The Wicker Man (1973, Reino Unido) o inclusive Suspiria (1977, Italia) o algún clásico de la Hammer, sin embargo es justo cuando ya estamos seguros sobre lo que ocurrirá a continuación cuando Evans nos deja ver que en ese mundo que ha creado tan detalladamente, el caos reina y cualquier cosa será posible.
Y al ser un director tan dotado técnicamente, lo que vemos en pantalla simplemente es un festín: una cámara que no da tregua a cargo de Matt Flannery que jamás perderá un detalle por más escabroso que éste sea. Un diseño de arte a cargo de Carwyn Evans y Ceinwen Wilkinson, que no escatima en lo macabro de la puesta en escena. Y, bueno, quizá el lado flaco del combo sea la edición a cargo, según los créditos, del propio Evans, al que se le va la mano con sus 130 minutos y que quizá debió repasar alguna de las subtramas que, cierto, le dan color a los moradores de la isla, pero que poco aportan a la trama principal.
Lo cierto es que Apostle es una cinta de horror insidiosa a la que le preocupa mucho remarcar que el hombre es un ser que acaba corrompiéndolo todo. Y lo peor es que lo hace casi siempre alegando que es por el bien del colectivo.
Ya con eso tenemos material para pesadillas.
Atentamente, el Duende Callejero…
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