Enredadera con espías

Ay Matthew Vaughn ¿Qué pasó aquí?

Porque Argylle (2023, Reino Unido y Estados Unidos) inicia fuerte.

Tenemos a un espía cuyo nombre es el título de la cinta y que está interpretado por Henry Cavill aguantando un extrañísimo corte de pelo. Él se infiltra en un bizarro club nocturno. Ahí encuentra a LaGrange, interpretada por una rubia Dua Lipa vestida de dorado.

Ambos bailan y nosotros los disfrutamos gracias al trabajo de cámara de George Richmond. Hasta que ella revela que él es un espía. Entonces, todos los presentes del club se descubren como asesinos y encañonan al Argylle.

Inicia una balacera, así que tanto LaGrange como Argylle acaban huyendo. Él esquiva balas y se quita de en medio a todo aquel que se interponga en su camino.

Argylle tiene apoyo externo: Keira (Ariana DeBose) es la hacker que no debe faltar en este tipo de historias, mientras que Wyatt (John Cena) es el agente de apoyo, todo músculos y causticidad.

Y hasta aquí todo bien. Tanto el ridículo como la sesuda puesta en escena se compaginan sin problema. Hasta parece que lo que está iniciando será una desternillante sátira de las películas modernas de espionaje. Desde los últimos James Bond hasta la saga Bourne, pasando tanto por Misión Imposible como por la serie Kingsman que corrió a cargo del propio Vaughn y cuyo primer título conviene repasar de vez en cuando.

Insisto, hasta aquí todo bien. Ya hemos visto a Argylle y a su equipo en acción. Y aunque esos minutos están por debajo de las proezas físicas de las cintas de John Wick, se entiende que entre el homenaje y la burla la línea es tan delgada que apenas con lupa la vamos a reconocer.

Y cuando descubrimos que todo esto que estamos viendo no es más que un adelanto de la nueva novela de la serie Argylle, escrita por Elly Conway (Bryce Dallas Howard). Conway está batallando para pensar en qué dilemas mete al personaje que le ha cambiado la vida. Se bate con el bloqueo de escritor y siente que va perdiendo la batalla. Ha movido sus piezas: Argylle ya va sobre algo. Pero aún no sabe bien sobre qué. Así que mete a su gato Alfie en una mochila y decide irse a encontrar con su madre, Ruth (Catherine O’Hara). Y para eso sube a un tren. Conway necesita cambiar de aires, pescar algunas ideas útiles. Eso piensa. En el tren conoce a Aidan (Sam Rockwell), un hosco extraño que demuestra un interés en ella. Pero no romántico. Resulta que él es un espía de verdad y tiene una misión: salvarle la vida. Un tal Ritter (Bryan Cranston) ha mandado a asesinos a buscarla en el tren. Forman parte de una organización secreta llamada La División. Organización que al parecer se han hecho lectores de las novelas de Argylle y están preocupados porque han leído entre líneas en la saga varios asuntos relacionados con su organización y sus secretos. Y como saben que está escribiendo la quinta novela, quién sabe qué revelará en ella. Así que lo mejor será quitársela de encima.

Entonces todo se va al cuerno.

Pero, en cuanto marca su verdadero destino, el guion de Jason Fuchs deja atrás cualquier guiño paródico en pos de querer ser otra película de espías que, cierto, comenzó como una parodia pero que corrige el rumbo. Esto según Vaughn y Fuschs es lo mejor.

Pero no.

Hacia el final, no se corrigió nada. En todo caso, solo se abandonó cualquier interés por hacer una película relevante y atrevida.

Se abrazó el lugar común y con él, la irrelevancia. Por ello, va de nuevo la pregunta ¿Qué pasó aquí?

Atentamente, el Duende Callejero