El escritor Paul Tremblay nació en el verano de 1971 en Aurora, Colorado.
Su padre, un aficionado a la literatura de ciencia ficción y fantasía que durante un tiempo escribió relatos que fueron publicados en algunas revistas especializadas, y que fumaba una pipa porque los hobbits de Tolkien lo hacían, además de ser el dueño de una pluma con la leyenda: Frodo Lives; no intentó influenciar a su hijo para que siguiera sus pasos.
No, lo que le recomendó fue que se especializara en matemáticas. Porque Paul, que de niño no leyó ni una novela o relato, había salido, como dicen: bueno para las matemáticas.
Por motivos de trabajo los Tremblay cambiaron su residencia de Colorado por Massachusetts. En concreto, a Salem.
Ahí, el padre de Paul trabajó en la fábrica de Parker Brothers, legendaria por sus juegos como Monopoly, Clue, Risk y otros.
El joven Paul acabó trabajando también en dicha fábrica durante los veranos. Fue por ese tiempo que se enamoró del cine: películas policíacas, comedias, de horror, terror y kaijus.
En 1995, Paul obtuvo una maestría en matemáticas y a partir de ese año comenzó a impartir una asignatura relacionada en el colegio San Sebastian, en Massachusetts.
Se casó y luego vinieron sus dos hijos. Y aquí podría ser el final de esta historia de no ser porque al cumplir los 21, por fin comenzó a leer algunas novelas y relatos, entre ellos algunos de Stephen King.
Fueron esas lecturas las que llenaron su cabeza con historias.
Pronto, Paul vendió algunos relatos y en el 2009 envió el manuscrito de su primera novela, The Little Sleep, a una editorial independiente. Esa novela, un thriller policiaco con tintes de comedia, vendió tantos ejemplares que su entonces editor lo apuró para que escribiera una segunda: No Sleep Till Wonderland, que, como casi todos los textos que son apurados por editores acabó siendo un fracaso que alejó a Paul de la escritura.
Por cuatro años se concentró en sus clases y en su familia, hasta que leyó un ensayo sobre William Peter Blatty, autor de la novela The Exorcist (y, ejem, del que escribí un texto que está publicado en este mismo blog), y esa lectura llenó su cabeza con ideas.
Así, en el 2015 se publicó el título que definió su carrera como escritor: A Head Full of Ghosts.
Alabada por la crítica, recomendada por el propio Stephen King, ganadora de varios premios y cuyos derechos cinematográficos fueron comprados por la productora de Robert Downey Jr, su tercera novela se ha convertido en la razón por la que él ha seguido por la senda de la literatura de horror. A Head Full of Ghosts es un long seller: desde su publicación sigue apareciendo en las listas de los más vendidos y al parecer seguirá en dicha lista por unos meses o quizá años más.
Sin embargo, no fue esa la primera que acabó con una adaptación cinematográfica.
Ese honor le tocó a su quinta novela: The Cabin at the End of the World, que fue publicada en el 2018 y que en este 2023 se estrenó su adaptación en forma de Knock at the Cabin, escrita y dirigida por M Night Shyamalan que, por cierto, no se basó en la novela de Tremblay sino en un guion de Steve Desmond y Michael Sherman.
Y si ya leyeron mi texto sobre las adaptaciones, sabrán que no soy de los que piensa que una película deba compararse con su fuente. Eso sí: en este caso diré que agradezco que la película de Shyamalan no tenga el título de la novela de Tremblay.
Porque así no queda manchada.
Así que también qué bueno que los que se encargaron del marketing de la cinta decidieron hacer la mínima referencia a la novela de Paul. Algo que hasta se convirtió en meme en Twitter:
Y, bueno, ahora a esperar esa adaptación de A Head Full of Ghosts. Esperando que los que la realicen al menos leyera la novela y entendiera de qué va el texto, carajo.
Atentamente, el Duende Callejero…








