
Quizá William Peter Blatty (1928, Nueva York-2017, Bethesda) sea recordado como un autor de relatos de horror debido al éxito que tuvo su novela (y también el guion de la película) The Exorcist (novela publicada en 1971, película estrenada en 1973). Sin embargo, no debemos olvidar que la mayoría de sus trabajos estuvieron en otros registros.
Aunque, cierto, el tema de casi todos esos otros escritos, y también de las pocas películas que dirigió y de la mayoría de los guiones que escribió, tengan un planteamiento en común: decir que la mayor lucha que enfrenta cualquier individuo es consigo mismo.
Hijo de inmigrantes libaneses que llegaron a Estados Unidos huyendo de la desolación causada por la Primera Guerra Mundial en sus tierras, criado solo por su devota madre, nieta de un obispo, luego de que su padre decidiera seguir por su cuenta solo, en algunas entrevistas Blatty aseguró que vivió en más de 30 hogares durante su infancia. Su madre solía huir cada que el casero les dejaba una orden de pago o desalojo. Así fue que comprendió, y de primera mano, eso de que Home is where the heart is.
Terminó la preparatoria con buenas calificaciones, por lo que consiguió una beca para seguir sus estudios. Entró en la universidad de Georgetown y se graduó en literatura en 1950. Entonces le interesó convertirse en académico, encontrar un departamento cerca del campus y que le pagaran por seguir aprendiendo y discutiendo sus ideas con pares. Así que inició una maestría en literatura inglesa.
Pero, como ahora no obtuvo una beca, no le quedó de otra que buscar trabajo.
Fue vendedor de aspiradoras, repartidor de cerveza y hasta trabajó en diferentes áreas de un aeropuerto local. Finalmente terminó la maestría en 1954 en la universidad George Washington, solo que para esas fechas ya no le interesaba la academia.
Ahora sentía la necesidad de conocer el mundo y de tener nuevas experiencias, así que se enlistó en la Fuerza Aérea.
Su interés era ser piloto. Sabía que a ellos les pagan bien y tenían buen seguro médico. Por esos años su madre comenzó a mostrar señales de deterioro mental y le urgía encontrarle un lugar en el que pudieran atenderla. Pero, mientras llenaba solicitudes y contestaba exámenes, por sus conocimientos y aptitudes llamó la atención de la División de Guerra Psicológica del ejercito norteamericano.
La División, un departamento nada secreto del gobierno, inició labores durante la Segunda Guerra Mundial. Fue creada para combatir con contra propaganda a los nazis en territorio ocupado, difundiendo noticias falsas y creando descontento entre la población que vivía bajo su yugo.
Tanto John Huston como Luchino Visconti trabajaron en áreas de la División, ya fuera de forma directa o indirecta.
La guerra acabó, pero la División siguió operando. Tanto políticos como militares avizoraban la llegada de lo que años más tarde acabó llamándose Guerra Fría, un conflicto político, económico e ideológico entre la Unión de Repúblicas Soviéticas Socialistas (o URSS) y Estados Unidos. Por ello la División seguiría activa, intentando contener la influencia socialista en eso que llamaban mundo libre. Y para lograr esos fines, comenzaron a reclutar a jóvenes con talento en el espionaje, la política, la ideología, la sicología y que además contaran historias.
Y necesitaban que fueran buenos no solo para contar historias, también que lo fueran para crearlas.
Blatty hizo a un lado su interés como piloto y acabó siendo funcionario de primer nivel de la División dentro de la Fuerza Aérea. Fue durante su estancia en una base de Beirut que Blatty comenzó su carrera como escritor.
Sin mucho por hacer al tener un puesto administrativo en un lugar lejano a la acción, Blatty escribió algunos textos, entre ensayos, artículos e historias, que luego envió a varias revistas norteamericanas.
La mayoría fueron editados, publicados y pagados. De regreso en Estados Unidos decidió probar suerte y mandó a un editor el borrador de la que sería su primera novela, Which Way to Mecca, Jack?, que también escribió durante esa estancia en Beirut.
La novela era una sátira sobre las desventuras de un despistado oficial de inteligencia norteamericano en Líbano, y fue publicada en 1960. Obtuvo buenas reseñas, aunque pocas ventas. Pero eso no desanimó a Blatty, que se convenció de que valía la pena intentar vivir de la escritura.
Renunció a la División y a la Fuerza Aérea, y con sus credenciales comenzó a buscar un nuevo trabajo que pagara bien y que además le diera tiempo libre para seguir escribiendo.
Mientras trabajaba en el departamento de relaciones públicas de una universidad angelina, Blatty participó en el programa de televisión de Groucho Marx: You Bet Your Life. Ganó el concurso y con el dinero del premio, decidió también renunciar a su trabajo en la universidad y ahora sí dedicarse a escribir novelas de tiempo completo.
Lo que hizo fue dosificar sus gastos y escribir lo más rápido que pudo. Le publicaron tres novelas satíricas al hilo: John Goldfarb, Please Come Home! en 1963, I, Billy Shakespeare en 1965 y Twinkle, Twinkle, “Killer” Kane en 1966. Cada una con mayor éxito tanto de crítica como de público que la anterior, aunque sus ventas estaban aún lejos de considerarse de best-sellers.
Gracias a esas novelas consiguió que Blake Edwards le encargara los guiones de varias comedias que quería producir, entre ellas: A Shot in the Dark de 1964 y Darling Lili de 1970.
En esa etapa de guionista utilizó un seudónimo: Bill Blatty.
Inspirado tanto por un artículo publicado en 1949 sobre el sacerdote jesuita William S. Bowdern, como por una serie de reportajes sobre exorcismos realizados en Maryland en el año de 1949 que leyó durante sus años universitarios, además de la crisis que vivió tras la muerte de su madre en 1967, en 1971 Blatty publicó su obra más famosa: The Exorcist.
Alejado del humor, del espionaje y de los enredos amorosos de sus anteriores obras, su nueva novela se centró en la crisis de fe que vive un joven sacerdote cuya madre acaba de morir sola en un hospital psiquiátrico mientras él estaba sumido en su propia lucha al sentir que su creencia en Dios flaqueaba.
Para colmo, ese hombre en crisis se topa con el caso de una adolescente aparentemente poseída por un demonio. Y que para hacerle frente y salvar a la joven, deberá primero enfrentarse a sí mismo. Y vencerse.
Fue con esa novela que Blatty entró por fin en el primer lugar de ventas. Ayudó, claro, que The Exorcist apareció dos años después del exitoso estreno de la adaptación cinematográfica de la novela de Ira Levin : Rosemary’s Baby, dirigida por un jovencito llamado Roman Polanski. El demonio se convirtió en un buen promotor de ventas.
Gracias al éxito tanto de la película, en la que también tuvo el crédito de productor, como de la novela, que fue best-seller en todos los mercados en los que se editó, Blatty se dio un pequeño lujo: reescribir una de sus primeras novelas, la que más le gustaba, Twinkle, Twinkle, “Killer” Kane!
Interesado por profundizar más en los temas sobre manipulación ideológica que apenas humedecieron con su tinta algunas hojas del texto original, y decidido a domar el espíritu anárquico que la sumergía en las aguas de la sátira, Blatty comenzó a adaptar la que fue su cuarta novela publicada en un guion cinematográfico con la intención de volver a hacer mancuerna con William Friedkin.
El público y los productores clamaban por una secuela tanto de la novela como de la película de The Exorcist, pero él estaba decidido a seguir ocupado con un guion que nadie le estaba pidiendo y con la biografía de su madre, I’ll Tell Them I Remember You. Luego se supo que en secreto comenzó a hacer apuntes para la demandada secuela, que acabó publicando hasta 1983 con el nombre Legion y solo porque no le gustó nada la secuela que los productores sacaron, con algunos de sus personajes: The Exorcist II: The Heretic, estrenada en 1977, dirigida por John Boorman y escrita por William Goodhart.
Con el guion de Twinkle, Twinkle, “Killer” Kane! terminado, Blatty comenzó a buscar financiamiento. Muchos productores acudieron a sus citas pensando que lo que él les iba a presentar era un nuevo exorcista, pero en cuanto comenzaban a escuchar sus ideas sobre el control mental, la fe, trastornos sicológicos, terapias de choque y juegos mentales, lo comenzaron a dejar solo.
Al final hasta Friedkin decidió buscar financiamiento para un proyecto personal, el remake de Le salaire de la peur de Henri-Georges Clouzot.
Blatty mejor tomó aquel guion y lo reescribió como una nueva novela, The Ninth Configuration, que publicó en 1978. Y como fue la novela que publicó tras The Exorcist, se convirtió en un modesto best-seller.
Así que inesperadamente, Blatty tenía dinero por las ventas de la nueva versión de su cuarta novela que, por cierto, también fue comprado en varios mercados y vendió bastante bien. Con el dinero ganado, decidió no solo pagar parte de la adaptación cinematográfica de su bolsillo, también la iba a dirigir.
Novela y película cuentan que, luego de la guerra de Vietnam, el gobierno de Estados Unidos decidió convertir una vieja mansión abandonada ubicada en algún lugar de las costas de Washington en un manicomio en el que ingresan a varios militares con diferentes trastornos mentales provocados por su servicio.
Esa mansión es conocida con el nombre clave Centro 18.
En ese lugar está recluido el astronauta Billy Cutshaw, que en años pasados tuvo un colapso nervioso frente a los millones que seguían el despegue de su misión a la luna. Cutshaw planteó que su ataque de pánico se debió al miedo que comenzó a crecer en él a la par que los números de la cuenta regresiva se acercaban a cero. Todo porque estaba a punto de explorar el espacio exterior y de comprobar algo en lo que no había pensado hasta ese momento, la posible no existencia de Dios.
¿Y de dónde sacó ese astronauta tal idea?
Para los que les gusta las trivias, Billy Cutshaw tiene un cameo en The Exorcist. Cuando la joven Regan se presenta semidesnuda en la fiesta que su madre está dando en el comedor de su casa, para insulta a los invitados y luego orina en la alfombra, ahí es donde tiene un breve encuentro con Cutshaw.
El astronauta es el hombre que pensaba convertirse en su padrastro.
Regan se planta frente a él, le enseña los dientes y le dice con su voz endemoniada: Morirás allá arriba.
Cutshaw recuerda ese momento, esas palabras, justo cuando está por iniciar su misión a la luna. Histérico, es sacado a rastras de la cápsula y acaba en Centro 18, acompañado de una galería de trastornados que incluye un teniente obsesionado con representar obras de Shakespeare con perros y otro que se cree un filósofo.
Al Centro 18 llega el Coronel Hudson Kane, ex miembro de las fuerzas especiales que dice tener una especialidad en siquiatría y que carga con su propio trauma, uno que involucra a su difunto hermano y que le provoca pesadillas y estallidos de pánico cada tanto.
Viene, según, para apoyar al coronel Fell con las terapias de los pacientes, debido a que están necesitados de personal. Kane fija su atención en Cutshaw, en su aparente cordura, en su patente serenidad. Y discute con él sobre qué hace ahí y si en verdad el haber perdido la fe en Dios basta para que a alguien lo consideren un loco.
Sin embargo, conforme avanza la trama, comprendemos que Kane bien podría ser un paciente más del centro. Un soldado, ingresado recientemente con un severo caso de trastorno por estrés postraumático debido a una dura experiencia en Vietnam, dice que lo conoce, lo señala y lo llama Killer Kane. Lo acusa de ser la causa de su trauma. El soldado dice ser testigo de la pericia asesina de Kane en el campo de combate, todo un carnicero.
La pregunta ahora es ¿Será verdad eso que cuenta el soldado? Y de serlo ¿Qué hay detrás de esa farsa del gobierno y del propio Kane?
¿Por qué un asesino como Kane anda libre en un manicomio, cuidando a otros pacientes y no en una cárcel?
The Ninth Configuration, la película basada en la novela tuvo a Scott Wilson como Cutshaw, a Stacey Keach como Kane y a Ed Flanders como Fell. Costó 4 millones, de los cuales Blatty aportó dos y consiguió que Pepsi diera el resto. Fue distribuida por Warner, a pesar de la demanda interpuesta por Blatty debido a las ganancias generadas por The Exorcist. Pero como ningún otro estudio quiso arriesgarse.
En su estreno, The Ninth Configuration fue un fracaso que hizo que Warner decidiera regresarla a Blatty para que hiciera con ella lo que le diera la gana. Él decidió estrenarla en otros mercados, con otro nombre: Twinkle, Twinkle, «Killer» Kane. Tuvo buena crítica, consiguió algunos premios, pero siguió sin ser el éxito comercial que él esperaba. Así que, en 1985, la reeditó y reestrenó. Y volvió a usar el nombre original.
El resultado fue que se convirtió en una película de culto.
Se dice qué hay más de seis versiones, todo porque Blatty siguió trabajándola cada que llegaba una nueva oportunidad para darla a conocer: cuando se fue a cable, una versión; en VHS, otra. La versión más reciente, la de Shout! Factory del 2016, parece que puede considerarse como la definitiva porque presenta la última edición que hizo Blatty antes de su muerte en el 2017.
Me atrevería a decir que si Blatty solo hubiera hecho esta película, igual lo estaríamos recordando. The Ninth Configuration es un mal viaje que difícilmente se olvida luego que se ve. No en vano, y aunque no se le reconozca, es la base de otras historias en las que narradores no fiables son los protagonistas de las películas. Esas que terminan con un twist, que mutan conforme vamos entrando en sus entrañas.
Esas que nos presentan a autores que tienen bien claro quiénes son y qué quieren decirnos. Y que, como muchos de sus personajes, saben que quién se debe de vencer es a uno mismo.
Atentamente, el Duende Callejero
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